Cuando Brian Kesinger, un caricaturista precoz, estaba en la escuela secundaria enviando solicitudes de ingreso a las universidades, en una decisión espontánea envió por correo un paquete con dibujos a los estudios Walt Disney, con la esperanza de conseguir algún asesoramiento.

Más bien recibió una llamada telefónica y una oferta de trabajo, que aceptó sin reservas. A los 18 años se convirtió en el artista más joven en llegar a ese lugar de trabajo, de donde han salido películas animadas como Blanca Nieves y los siete enanitos, Pinocho, La Bella y la Bestia y Zootopia (“Zootrópolis”)
Eso ocurrió hace 20 años y el artista de dibujo está todavía en ese lugar, disfrutando un trabajo que es tan divertido “que se hace difícil denominarlo trabajo”. Sus créditos incluyen a Tarzán, Wreck-It Ralph (“Ralph el Demoledor”/”¡Rompe Ralph!”) y Tangled (“Enredados”) así como “Zootrópolis”.
Devolviendo lo ganado
Actualmente Kesinger disfruta haciendo de tutor de artistas jóvenes. Hace poco tuvo un taller por vídeo en línea con jóvenes artistas, profesores, animadores iraquíes que se reunieron en Bagdad para participar en la clase a larga distancia.
Kesinger explicó que una sola película animada puede demorar hasta cuatro años en hacerse y la mitad del tiempo se dedica a hacer investigación y a elaborar el relato. Para “Zootrópolis” incluso practicó dibujando animales vivos que fueron llevados al estudio en California.
El sonido, la música, los efectos de sonido y los ángulos de cámara todos aportan a la experiencia de mirar de alguien que está viendo a sus dibujos, dijo. Kesinger compara hacer una película animada con una orquesta que produce un sonido que ningún músico solo puede hacer.
Instó a los estudiantes y artistas iraquíes a tener con ellos un cuaderno personal de bosquejos en todo momento y prestar menos atención a los personajes de otros en sus tebeos o a las estrellas de manga, y más bien enfocarse en su vida diaria. “Gran parte de la animación resulta de la observación” dijo.
Importa poco si un animador dibuja con una computadora, o a mano, mientras entienda no solamente cómo dibujar, sino también cómo actuar, agregó. “Un animador realmente bueno puede hacer que un público se enamore de una pelota que rebota, tanto como de un muñeco de nieve parlante”.
Cuando un estudiante lamentó la falta en Bagdad de compañías de animación como Disney, Kesinger respondió que “ustedes tienen un grupo de buen tamaño. Si ustedes trabajan juntos comparten su obra y se ayudan mutuamente a mejorar, algo puede surgir de eso”.
“Yo no podía costear una costosa academia de arte. Mi profesor me dijo ‘no es la escuela lo que importa, es el alumno’”.
A una muchacha joven que le preguntó qué atributo especial hizo que Disney lo contratara a los 18 años Kesinger dijo que él había estado dibujando constantemente desde que era chico y escuchó a los profesores que le decían cuan duro tendría que trabajar para hacer una carrera exitosa.
“Es así como me contrataron a los 18, simplemente algo de impulso y energía personal y el deseo de convertir en realidad mi sueño”, dijo Kesinger. “Sigan dibujando, todos”.