La pesca es importante en Madagascar. Más de 2 millones de personas viven en las comunidades costeras de la isla y la pesca representa el 7 % de la economía del país. Gran parte de la vida marina vive en los manglares, vegetación que crece a lo largo de la costa.
Ante la sobrepesca, los efectos del cambio climático e incluso los daños causados por los ciclones, pescadoras como Victorine Tafara, del pueblo de Madagascar de Belo sur Mer, trabajan para promover prácticas pesqueras sostenibles y proteger la biodiversidad vital para su comunidad. Programas apoyados por Estados Unidos aportan a sus esfuerzos.
Las mujeres siembran plántulas para restaurar los manglares dañados por los ciclones. Ante el declive de las poblaciones de cangrejos y pepinos de mar, Tafara y otras mujeres se han pasado a la producción sostenible de algas, que venden para exportar a los mercados europeos.

Tafara formó la asociación de “pescadoras distinguidas”, o “Ampela mpanjono miavaka” en malgache, tras asistir en 2020 a una formación de liderazgo impartida por Hay Tao, una organización asociada a la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) que promueve la gestión comunitaria de los recursos naturales de Madagascar.
Hay Tao, o “saber hacer” en malgache, ha formado a más de 750 personas en prácticas de gestión comunitaria de los recursos naturales, entre ellas 30 mujeres, durante el programa de liderazgo para pescadoras al que asistió Tafara.
“La formación me ayudó a reunir y motivar a muchas mujeres”, dice Tafara, de 59 años y madre de cinco hijos, cuya asociación ha crecido hasta tener 67 miembros. “A menudo les digo que no debemos ser tímidas. Debemos hacer oír nuestra voz en las reuniones comunitarias. Debemos atrevernos a hablar”.

En Filipinas, USAID apoya a las mujeres de la tribu Tagbanua, que trabajan para proteger los recursos marinos y garantizar una fuente sostenible de alimentos para las generaciones futuras. Filipinas pierde hasta 1.300 millones de dólares anuales, aproximadamente el 40 % de la economía pesquera del país, debido a la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada.
El cambio climático también afecta a Filipinas, ya que el empeoramiento de las tormentas destruye la vida marina y los puestos de trabajo de quienes dependen de esta.

“La pesca es nuestro principal medio de vida”, afirma Maricar Libarra, que recolecta ostras «cachipay». “En el pasado, nuestra pesca era abundante. Hoy en día, el número de peces que capturamos es cada vez menor, lo que hace más difícil obtener ingresos.”
USAID ayudó a establecer el Área Gestionada por Mujeres de Calauit, formando a Libarra y a otras mujeres tagbanua en gestión de recursos naturales, emprendimientos y protección del medioambiente. Es una de las nueve zonas que USAID ayudó a crear en Filipinas y la primera gestionada por mujeres indígenas.
Las mujeres realizan limpiezas costeras para proteger la vida marina y evitar la pesca ilegal mediante la vigilancia de los buques pesqueros y la elaboración de normativas locales que impidan las prácticas no sostenibles.

Members of the Calauit Women-Managed Area prepare freshly caught seafood for lunch. (Emil Meron/USAID)Gracias a esta asociación, Libarra y otros miembros de su tribu han sido testigos de la reducción de la pesca ilegal en la zona y han ayudado a estabilizar la población de ostras «cachipay» en torno a la isla de Calauit. Una mejor gestión también ha permitido aumentar el tamaño de las ostras en las aguas circundantes de la isla.
“USAID ha tenido un gran impacto en nuestra comunidad”, afirma Libarra. “Cuando entraron en escena, nos ayudaron con nuestros medios de subsistencia, la comunidad y el empoderamiento de las mujeres”.
Los datos para esta crónica sobre comunidades pesqueras en Madagascar y Filipinas se han publicado anteriormente en inglés en “Medium” de USAID.