Imagina que tu trabajo implica dedicar horas a hacer llamadas telefónicas a extraños y repetir el mismo mensaje una y otra vez. También, además de hacer eso, imagina caminar varios kilómetros al día (sin importar el estado del tiempo) e ir tocando de casa en casa preguntarle a la gente por quién quiere votar. Supón que, para variar, escribes a mano miles de mensajes de correo publicitario en los que instas a la gente a votar el día de las elecciones.
Ahora imagina que no recibes una remuneración a cambio de ese trabajo.
Actualmente miles de estadounidenses realizan esta tarea con mucho entusiasmo. Trabajan como voluntarios en la campaña presidencial de 2016. Algunos incluso son demasiado jóvenes para votar. ¿Por qué lo hacen?
La exvoluntaria del Partido Republicano, Nicolee Ambrose, presidenta emérita de la Federación Nacional de Jóvenes Republicanos (en inglés), declaró que su motivación principal era un fuerte deseo de cambio; el factor más importante que sigue impulsando a los voluntarios de campaña de la actualidad.

“Si tienes el deseo y hay una campaña bien organizada en la que puedes ser útil, puedes hacer que sucedan cosas maravillosas”, señaló Ambrose. “En vez de estar frustrado y quejarte en tu hogar, puedes salir y hacer una diferencia”.
Donar tiempo y esfuerzo hace que tus opiniones cuenten más que un simple voto. “Hay cientos, por no decir miles, de personas en las que puedes influir”, explicó.
Coraje y camaradería
Grace Choi, exvoluntaria del Partido Demócrata, pasó semanas en 2008 viajando desde su trabajo en la ciudad de Nueva York hasta Pensilvania, donde iba de casa en casa preguntando a los residentes cómo pensaban votar. Recién terminaba de sus estudios en la universidad, y estaba muy inspirada por el candidato de ese entonces, Barack Obama, y entusiasmada por “ser parte del cambio para mejorar la vida de nuestra comunidad”.

Siendo de la segunda generación de coreanos estadounidenses, Choi se dio cuenta de la importancia de la participación cívica cuando notó que muchas personas de su comunidad no estaban inscritas para votar. Había muy poca información sobre los candidatos o los temas en idioma coreano.
Por ser una principiante, hablar con extraños en la puerta de su hogar podía ser intimidante. “Les hablaba sobre la razón de mi apoyo al presidente, de mi historia personal y del motivo por el que paso mi propio tiempo conversando con ellos”, observó. “Cuando hablas de tu propia historia, no pueden ignorarte tan fácilmente ni rechazarte”.
Para Choi y Ambrose, los momentos agradables de esta actividad aún son memorables. Las largas horas que compartieron con compañeros voluntarios haciendo llamadas telefónicas o entregando material de campaña bajo la lluvia sentaron las bases de amistades que durarán toda la vida y son “anécdotas divertidas para compartir con ellos por el resto de tu vida”, expresó Ambrose.
Además de la camaradería, existe una fuerte sensación de que esas horas marcaron una diferencia.
“Yo sabía que todo voto cuenta. Todas esas llamadas y todas las visitas a las casas que realicé son un grano de arena en comparación con la enorme y masiva maquinaria del voluntariado, pero tenía la convicción de que todo voto cuenta, todo distrito electoral cuenta y todo estado cuenta. Ya era parte de algo más grande que yo”, destacó Choi.
“Es una actividad maravillosa y energizante”, concluyó Ambrose.