En estos días no se precisa acudir a una conferencia para aprender algo sobre ciencia. Basta visitar el café de la esquina.
La gente puede asistir en cualquier lado a charlas organizadas a nivel base que se realizan en espacios como cafés locales en todas partes del mundo. Desde 1998 cuando el movimiento se inició en Inglaterra y Francia la cantidad de “cafés científicos” ya pasan de los 1.100 en todo el mundo.
Rachel Connolly, portavoz de las series científicas de televisión NOVA, dice que en Estados Unidos la cantidad de cafés científicos se ha triplicado en cuatro años, y que ya llegan a 380. Esos cafés se localizan en 49 de los 50 estados.
“No es un ambiente de museo ni académico. Es algo como decir voy allá para distraerme un poco, y también aprender y hablar con alguien de temas científicos importantes”, dice Connolly.
Los voluntarios organizan charlas científicas en bares, cafés, restaurantes, o en cualquier otro lugar donde la gente se sienta cómoda. La gente elige el tema, el escenario y al científico a cargo del diálogo. Dos sitios web, llamados Cafe Scientifique y Science Cafes contienen recursos gratuitos sobre la planificación de charlas científicas.
“Poco importa cuál sea el asunto, si es algo en lo que los científicos están trabajando, algo que les interesa, y lo que se transmite es su entusiasmo”, explica Ann Grand, una voluntaria de Cafe Scientifique.
El 21 de octubre el redactor científico Iván Amato organizó una sesión en el restaurante Busboys and Poets, en Washington. Amato ya ha organizado 25 conversaciones científicas en los cuatro años pasados, en algo que denomina “un trabajo por amor”.
Entérate porque a Amato le encantan los cafés científicos y cómo te puede pasar lo mismo a ti: