Equipos internacionales de científicos trabajan para descubrir de qué manera se propagan en el océano las partículas radiactivas provenientes de la central nuclear Fukushima Daiichi inhabilitada desde hace cinco años.
Un fuerte terremoto y tsunami en marzo de 2011 causaron que la central nuclear de Fukushima Daiichi en Japón se fundiera, lo que liberó radiación en el entorno circundante.
Parte de esta radiación fue liberada directamente al océano, pero la mayoría fue a la atmósfera, donde se diseminó y, por último, cayó como lluvia en el océano.
Si bien los científicos podían determinar los niveles de radiación en el océano antes del incidente de Fukushima, no estaban seguros de lo que sucedería con esa radiación adicional.
Vigilar la lluvia radiactiva (en inglés) en los océanos puede ser un desafío. El mayor obstáculo en las mediciones es la magnitud del océano, que dificulta la supervisión y la toma de muestras. Otro problema es que el agua está en constante movimiento e inciden en ella el viento, las corrientes opuestas y la temperatura, lo que puede dificultar las predicciones.
Ir con la corriente
Un análisis de la condición de los océanos cinco años después de Fukushima, publicado en el Annual Review of Marine Science, fue presentado durante la Conferencia Goldschmidt en Japón la semana del 26 de junio.
“Es un informe muy oportuno. Este grupo especial … de expertos … produjo un excelente resumen de lo que ha sucedido… de lo que es probable que suceda y de lo que esto significa tanto para el medio ambiente como para la salud pública”, dijo a la Voz de América Jay Cullen, oceanógrafo químico y jefe del proyecto Fukushima InFORM en Canadá.
Los resultados del estudio muestran la ampliación de los niveles de radiación en el océano conforme lo habían proyectado los modelos.
La principal nube radiactiva se propagó desde la zona del desastre a través de las corrientes hasta las costas occidentales de América del Norte en junio de 2013. Se espera que los niveles de radiación, en constante aumento conforme la nube se propaga a lo largo de la costa, alcance su punto máximo antes de fines de 2016.
Los niveles detectados, a pesar de estar en aumento, son muy bajos y no presentan ningún riesgo para los seres humanos, señalaron los científicos.
Nadar en el océano durante ocho horas al día durante todo un año, incluso en los niveles más altos medidos, te daría una dosis de radiación 1000 veces más baja que la que recibirías durante una radiografía dental, dijo a la Voz de América Ken Buesseler, oceanógrafo y autor principal del estudio.
En Estados Unidos, cada estado es responsable de controlar que los niveles de radiación en el océano sean seguros para la población y la vida marina. Sin embargo, el nivel de supervisión de los estados no cumple con el nivel de investigación.
Si bien los métodos de evaluación que utilizan los estados no pueden detectar la radiación en niveles bajos como los que se mencionan en el estudio, algunos estados, como Alaska, colaboran con investigadores y agencias federales mediante el intercambio de muestras y resultados de las pruebas.
Una mejor comprensión
El trabajo de Buesseler en la Institución Oceanográfica Woods Hole permitió a Alaska obtener una mejor comprensión del movimiento de partículas radiactivas en el océano, comentó Marlena Brewer, una especialista del programa ambiental del Departamento de Conservación Ambiental del estado.
Pero “no necesitamos ver cómo bajan… los niveles [del estudio], porque los niveles de seguridad establecidos para los productos alimenticios son categorías de mayor magnitud”, afirmó Brewer.
Bob Gerlach, un veterinario del estado de Alaska que dirige también el programa estatal de supervisión de pesca, explicó que entender el flujo de la radiación en los océanos en los niveles del estudio es importante, pero también representa una gran inversión económica. Señaló que el trabajo conjunto de varias agencias y grupos de trabajo hace que el costo de este tipo de estudios sea más manejable.
“El esfuerzo colaborativo muestra… la capacidad de estos diferentes organismos para trabajar juntos a fin de obtener información que represente un beneficio para el público en general”, afirmó Gerlach.
En cinco años, según Buesseler, será importante continuar supervizando los niveles de radiación en los océanos.
Buesseler explicó que aunque los “contaminantes radiactivos están descendiendo”, los estudios de los niveles de radiación deben continuar, tanto para rastrear las liberaciones que tienen lugar actualmente como para estar mejor preparados en caso de que en el futuro se produzcan incidentes como el de Fukushima.