Sandra Day O’Connor sabe un par de cosas sobre como romper barreras. Siendo una niña en el rancho de sus padres al sudeste de Arizona ella quería participar en agrupar el ganado local, algo que entonces solo hacían los hombres.

Y lo hizo. “Cambiar las cosas para acomodar a una mujer fue probablemente mi iniciación en el ingreso a un club exclusivo para hombres”, recuerda en el libro de memorias que publicó en 2002.

Y no fue la última vez.

O’Connor superó barreras siendo estudiante, como abogada y en su vida política. El 25 de septiembre de 1981 O’Connor superó una barrera final al convertirse en la primera mujer en servir como jueza asociada en el Tribunal Supremo de Estados Unidos.

Sandra Day O'Connor montando a caballo de niña (Foto familiar O'Connor)
Sandra Day O’Connor, de niña, en el racho de su familia (Foto familiar O’Connor)

Entre los primeros de la clase

O’Connor nació en 1930 y sus primeros años de vida los pasó enlazando ganado y montando a caballo, pero pronto se interesó en el derecho. O’Connor asistió a la facultad de derecho de la Universidad de Stanford en California, completando sus estudios en apenas dos años en lugar de los tres habituales. A pesar de estar entre los primeros de su clase se encontró con que la mayoría de firmas de abogados de aquella época eran reacias a contratar a una mujer abogada.

Una carrera con muchos primeros logros

Por ello O’Connor trabajó como abogada del gobierno hasta retornar a Arizona, donde abrió su propio bufete y participó en la política local. Ejerció una diversidad de cargos públicos. Como senadora estatal de Arizona se convirtió en la primera mujer en ser líder de la mayoría en una legislatura estatal de Estados Unidos. En 1981 el presidente Ronald Reagan nominó a O’Connor para el Tribunal Supremo y luego de una importante carrera redactando opiniones del alto tribunal, se retiró en 2006.

O’Connor es ampliamente respetada por su compromiso con el servicio público y su enfoque pragmático de la ley. Pero haber allanado el camino para otras mujeres en el sistema judicial estadounidense es una gran parte de su legado.

Tres mujeres jueces han sucedido a O’Connor en el Tribunal Supremo: Ruth Bader Ginsburg, Sonia Sotomayor y Elena Kagan. Actualmente casi una tercera parte de los jueces federales de Estados Unidos son mujeres, y la cifra va en aumento.

La historia de la jueza O’Connor refleja el mejor acceso de la mujer a la educación superior. La educación empodera a las mujeres que quieren ser líderes en sus campos laborales y en sus comunidades. Como la propia historia de O’Connor lo demuestra, empodera a las mujeres para que den forma al futuro de su país.