De cómo las palabras de King hicieron mejor a EE. UU.

Hace sesenta años, el 28 de agosto de 1963, el reverendo Martin Luther King Jr. pronunció un discurso que ayudó a impulsar la aprobación de la Ley de derechos civiles (en inglés) menos de un año después.

Martin Luther King Jr. escribiendo en una iglesia (© Morton Broffman/Getty Images)
El estilo de orador de King estaba influenciado por su calidad de ministro. Aquí el 31 de marzo de 1968, King se prepara para el que sería su último sermón, un ruego a la congregación de la Catedral Nacional de Washington en favor de los pobres. (© Morton Broffman/Getty Images)

Algunas de las palabras que King pronunció aquel día parecen ahora perdidas en el tiempo: las duras palabras sobre “los grilletes de la segregación y por las cadenas de la discriminación” no figuran entre las frases que recuerdan la mayoría de los estadounidenses.

Fueron las palabras que King no había planeado las que pasaron a la historia, situando el discurso entre la oratoria más emblemática de Estados Unidos.

El plan de King (en inglés) en la “Marcha en Washington por el empleo y la libertad” (March on Washington for Jobs and Freedom) era lanzar un desafío radical a la nación. Las palabras que preparó exigían a los estadounidenses que cumplieran la promesa de su Constitución y otorgaran la igualdad a los ciudadanos negros, según comenta Jonathan Eig, que este año publicó la biografía “King: A Life” (King: Una vida).

Pero King, el último de los muchos oradores de aquel día, ante 250.000 personas que abarrotaban la explanada frente al monumento a Lincoln, decidió sobrepasar el tiempo que le había sido asignado, aunque el público estuviera cansado. Era ministro bautista y sabía improvisar con facilidad.

Cuando King estaba en la escalinata de mármol, lo que decidió, dice Eig, fue “llevar a la multitud a la iglesia”. Añadiendo pasajes no planificados, se lanzó a una inspirada descripción de lo que Estados Unidos podía ser en su mejor momento. Con el paso de los años, los estadounidenses han llegado a referirse a sus palabras como el discurso “Tengo un sueño”.

“Tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel sino por la esencia de su personalidad”, dijo el líder de los derechos civiles, como una de las muchas repeticiones que hacían referencia a su sueño de igualdad.

King había utilizado un mensaje similar sobre el “sueño” en dos discursos anteriores, pero esta vez la multitud estaba visiblemente conmovida y la nación lo estaba viendo por televisión.

El poeta y memorialista E. Ethelbert Miller, nominado a los premios Grammy por su álbum “Black Men Are Precious” (Los hombres negros son valiosísimos), afirma que la oratoria de King tomaba prestadas técnicas como la repetición y la aliteración de los cantos espirituales negros y la música blues, que a su vez tienen sus raíces en las tradiciones africanas de narración oral. Al igual que otros predicadores negros carismáticos, King empleaba la técnica de “llamada y respuesta” para despertar a la multitud, pasando de leer un texto a levantar la cabeza y elevar el tono de voz para conectar con el público.

Su repetición de “I have a dream” (Tengo un sueño) y “let freedom ring” (Que repique la libertad) hace que su poesía sea fácil de recordar, dice Miller.

Una mujer canta rodeada por un grupo de personas entre las que está Martin Luther King Jr. (© Bob Parent/Getty Images)
King se inclina hacia delante y sonríe a Mahalia Jackson que canta en el monumento a Lincoln durante la “Marcha en Washington por el empleo y la libertad” (“March on Washington for Jobs and Freedom”). (© Bob Parent/Getty Images)

El discurso se convirtió en una de las oratorias más famosas del siglo XX y en una piedra angular de la cultura estadounidense. Y aunque King expresó algunos sentimientos sin haberlos preparado, eligió cuidadosamente sus palabras. “’Tengo un sueño’ conecta con el sueño americano, que es fundacional para este país”, dice Eig. “Está apelando al patriotismo. Apela a la fe religiosa. Apela a nuestros mejores instintos”.

King también se inspiró en la idea del poeta Langston Hughes de un sueño aplazado, según indicó Miller.

Algunas personas atribuyen a la cantante Mahalia Jackson, que compartió el abarrotado escenario con King, el haberle animado a “hablar del sueño”. (Puede que ella ya le hubiera oído referirse a su sueño antes). Pero Eig aclara las cosas. Aunque Jackson gritó, King ya había empezado a improvisar.

Era la primera vez que muchos estadounidenses blancos escuchaban el poder de un predicador negro. Cuando King visitó después al presidente John F. Kennedy en la Casa Blanca, el Presidente se sintió claramente conmovido y repitió a King la frase “Tengo un sueño”.

“A mucha gente le impactó porque era la primera vez que alguien veía ese tipo de escena en televisión: blancos y negros tomados de la mano”, afirma Eig. “Además de esa bella imagen, el discurso de King ofrecía realmente una visión de lo que Estados Unidos podía ser”.

El presidente Kennedy sonríe con otros hombres (© Three Lions/Hulton Archive/Getty Images)
El presidente John F. Kennedy sonríe con los líderes de la “Marcha en Washington por el empleo y la libertad” (“March on Washington for Jobs and Freedom”) en la Casa Blanca el 28 de agosto de 1963. Desde la izda.: King, John Lewis, el rabino Joachim Prinz, el reverendo Eugene Carson Blake, A. Philip Randolph, Kennedy, Walter Reuther y Roy Wilkins. Detrás de Reuther se ve al vicepresidente Lyndon Johnson. (© Three Lions/Hulton Archive/Getty Images)

Hoy en día, el discurso se enseña a los escolares como un modelo inspirador para vivir sin prejuicios, según señala Eig. El final, que ensalza la libertad que promete la democracia y se refiere a algunos de los diversos grupos raciales y religiosos de Estados Unidos, se cita a menudo.

Cuando dejemos repicar la libertad,
cuando la dejemos repicar desde cada pueblo y cada aldea,
desde cada estado y cada ciudad,
podremos acelerar la llegada de ese día en el que todos los hijos de Dios,
hombres blancos y hombres negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos,
sean capaces de juntar las manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro:
¡Al fin libres! ¡Al fin libres!

Gracias a Dios Todopoderoso, ¡somos al fin libres!

Sesenta años después, señala Miller, el cumpleaños de King es fiesta nacional y “es tan importante como los fundadores de Estados Unidos”.