La flora y la fauna de un país son tesoros nacionales compartidos por toda su población, que deben conservarse para las generaciones futuras.
En 1990, Namibia convirtió ese concepto en ley, convirtiéndose en el primer país africano en incorporar protecciones medioambientales en su constitución en un intento por conservar especies en profundo declive contra la caza furtiva y la sequía.
Antes de 1990, una pequeña minoría controlaba el turismo en Namibia. Las comunidades locales recibían pocos beneficios del turismo y carecían de incentivos para la conservación. Una vez lograda la independencia, Namibia, con la ayuda de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), asignó los derechos y responsabilidades de la conservación a las comunidades locales.
Conocido como “Vivimos en un Ambiente Finito” (LIFE, Living in a Finite Environment) el proyecto reunió al gobierno de Namibia, USAID, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y varios socios locales para proporcionar a las organizaciones de conservación apoyo técnico, capacitación, subvenciones y coordinación regional.

Para convertirse en una organización de conservación, una comunidad debe definir su membresía y sus límites, establecer un comité de gobierno, crear un plan de distribución de ingresos y adoptar estatutos. Hoy en día, uno de cada cuatro habitantes de las zonas rurales de Namibia pertenece a una organización de conservación registrada, donde se valora la vida silvestre, la caza furtiva es inadmisible y especies amenazadas se desarrollan.
En 2004, USAID ayudó a lanzar un proyecto similar en Kenia. El “Fondo de las Tierras del Norte” (Northern Rangelands Trust, en inglés) incluye a pastores, propietarios de terrenos y al gobierno de Kenia.
En muchas comunidades en Namibia y Kenia, este mayor cuidado de la biodiversidad ha aumentado el turismo, mejorado las economías y proporcionado beneficios específicos:
Tierras más sanas. Las organizaciones de conservación han instituido prácticas de gestión de la tierra. La agrupación del ganado reúne a manadas para pacer, lo cual ayuda a romper la tierra dura y da a zonas de tierra no utilizada tiempo para que se recuperen. ¿Los resultados? Ganado mejor alimentado e ingresos más altos.
Flora y fauna abundantes. Los miembros de las organizaciones de conservación saben que los animales salvajes en abundancia atraen a los turistas. Los avistamientos de elefantes en la Reserva Sera en Kenia aumentaron en un 366 por ciento tras el establecimiento del “Fondo de las Tierras del Norte”. Actualmente, menos de un tercio de las muertes de elefantes en las tierras conservadas en Kenia son causadas por la caza furtiva, en comparación con un 87 por ciento fuera de las reservas.

Más empleo. Las organizaciones de conservación se asocian con empresas del sector privado para abrir cabañas de safari, vender licencias de caza y hacer artesanias. En Namibia, LIFE creó 547 puestos de trabajo a tiempo completo. En Kenia, las mujeres de las reservas vendieron 85.000 dólares en joyas tan solo en 2011.
Desarrollo. Los miembros de las organizaciones de conservación comparten sus ganancias. Muchas de estas organizaciones compensan a los pastores que han perdido ganado, subsidian la educación para los miembros y sus hijos, y comienzan proyectos agrícolas. En general, las organizaciones de conservación asignan el 60 por ciento de los ingresos brutos para proyectos de desarrollo tales como aumentar el acceso al agua o mejorar caminos.
Mejor gobierno. Al fomentar la toma de decisiones inclusiva, las organizaciones locales de conservación practican el buen gobierno. La población local aprende a asignar responsabilidades a sus representantes y a reemplazarlos cuando es necesario. Los representantes aprenden a gestionar los recursos en nombre del grupo.