El comienzo para algunos refugiados es un emprendimiento

Hombre sirviendo platos de comida en un restaurante (Nameer Al-Rubaye)
El refugiado eritreo Kibrom Milash abrió un restaurante in Boise (Idaho), apenas 18 meses después de haberse reasentado. (Nameer Al-Rubaye)

Cuando el refugiado Imad Agh Morad llegó a Estados Unidos luego de una azarosa huida desde Iraq gravitó hacia Detroit, donde sabía que está una de las comunidades árabes más importantes de Estados Unidos.

Decidió poner a prueba su fortuna en la apodada “ciudad del motor”. En una cafetería con clientela de Oriente Medio escuchó hablar de la venta de una pequeña tienda de computadoras y luego caminó ocho kilómetros hasta esa tienda y le pidió al dueño que le enseñara el negocio.

Cuatro meses después y gracias a préstamos por valor de 13.000 dólares de dos grupos de desarrollo comunitario, ACCESS y ProsperUS Detroit, Morad se hizo el orgulloso propietario de la tienda “My Computers & Phone” (Mis computadoras y teléfonos). Hoy, aunque trabaja siete días a la semana, está considerando abrir una segunda tienda. “En mi tienda conozco a mucha gente que acaba de llegar a Estados Unidos. Siempre les digo que este es un país grande. Que encuentren un trabajo –cualquier trabajo—y que quizá luego puedan abrir una tienda, como yo hice”, relata.

Ayuda para comenzar

Durante muchas décadas Estados Unidos ha ayudado a los refugiados a comenzar una vida nueva, trabajando por medio de grupos sin fines de lucro y ayudándolos a pagar el alquiler, comprar comida y encontrar trabajo.

Con frecuencia las comunidades están listas para ayudar. Algunas reciben fondos de la Oficina de Estados Unidos para el Reasentamiento de Refugiados para hacer préstamos para establecer microempresas de hasta 15.000 dólares, así como para enseñar a los aspirantes a empresario los conocimientos que necesitan para abrir un negocio. La agencia de reasentamiento también proporciona subvenciones de hasta 4.000 dólares para corresponder los que la familia de refugiados tenga ahorrado para abrir un negocio o hacer otras inversiones para su futuro.

Kasra Movahedi, del Comité Internacional de Rescate, comenta que en general les toma a los refugiados unos pocos años antes de “sentir la suficiente confianza y seguridad para dar el próximo paso y explorar los emprendimientos”.

Pero para los refugiados listos para abrir un negocio, las agencias de reasentamiento están listas para ayudarlos con sus planes de negocio, para obtener licencias y aprender que es lo que desean los consumidores de Estados Unidos. El comité ha prestado ya 2,4 millones de dólares a cientos de refugiados en Fénix, San Diego y Salt Lake City para abrir una empresas de cuidado de niños, hacerse chóferes de taxi y Uber, abrir restaurantes y más.

Casos estudiados

Kibrom Milash, que pasó cinco años en un campo de refugiados de Etiopía luego de escapar de Eritrea, abrió un restaurante en Boise (Idaho), a los 18 meses desde su llegada, con ayuda de Jannus, una organización comunitaria para el desarrollo. Él y su esposa Tirhas Hailu ya tenían instinto empresarial. Ya habían manejado un restaurante en el campo de refugiados.

Milash tuvo dos trabajos a tiempo completo como portero y como empleado de un restaurante antes de abrir el restaurante de comida de Etiopía y Eritrea “Kibrom’s”. También alienta a los recién llegados a “comenzar en cualquier trabajo, no importa cual. En Estados Unidos el sistema es completamente diferente. Todo el mundo necesita tiempo. Y les anima también a que acudan a una organización como Jannus para conseguir ayuda”.

El refugiado afgano Farid Karimi obtuvo un préstamo de la organización “Opening Doors” para abrir su tienda de accesorios telefónicos y computadoras Star Electronics en Sacramento (California). Comenzó en un mercado de pulgas y ahora ya tiene un pequeño depósito y un espacio para vender al por menor. “Trabajo duro, pero trabajar para mí mismo es lo mejor. Lo tengo todo en la mano. Gano más dinero que trabajando para otro”, afirma Karimi.