Puede que tomara 100 años, pero el primer presidente de Estados Unidos, George Washington, finalmente tuvo un monumento en su honor, inaugurado el 9 de octubre de 1888. Ese día fue cuando el Monumento a Washington (en inglés), uno de los lugares más emblemáticos en la capital de Estados Unidos, abrió oficialmente al público.
Los planes para rendir homenaje al hombre venerado como el padre de esta patria comenzaron aun antes de que Washington llegara a ser presidente. En 1783 el Congreso votó a favor de erigirle una estatua en Washington como tributo a su liderazgo durante la Revolución de las Trece Colonias, pero los planes fueron archivados debido a diversos problemas, entre ellos el financiamiento.

En 1833 la idea recobró impulso cuando un grupo de ciudadanos estableció un fondo para levantar un monumento “sin parangón en el mundo”. Proyectaban una estructura “de tal magnitud y belleza, que sea un objeto de orgullo del pueblo estadounidense y de admiración para todos quienes lo vean”. La construcción comenzó en 1848 y fue terminada en 1884.
El Monumento a Washington fue construido en forma de un obelisco egipcio. Está formado por 36.000 piezas de mármol y granito y pesa más de 73 millones de kilogramos. En su base ondean 50 banderas de Estados Unidos, en representación de sus 50 estados.

Con sus 170 metros de altura el Monumento a Washington fue la estructura más elevada del mundo hecha por humanos hasta ser sobrepasado en 1889 por la Torre Eiffel. Sigue siendo la estructura de piedra más alta del mundo y el edificio más alto en Washington DC.
Más de un millón de personas procedentes de todos los países del mundo visitan cada año el Monumento a Washington. Los visitantes pueden llegar en ascensor hasta la plataforma de observación desde donde se puede tener una vista aérea de la Casa Blanca y del Paseo Nacional.