Si hay un edificio que puede resumir la historia de la experiencia urbana de los ciudadanos afroestadounidenses, es el que alberga al Teatro Howard, en la ciudad de Washington.
En 1910, se convirtió en el primer espacio teatral construido para afroestadounidenses en Estados Unidos. El teatro fue anfitrión de músicos afroestadounidenses famosos tales como Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Louis Armstrong, Billie Holiday, Nat King Cole, Marvin Gaye, Aretha Franklin, Otis Redding y Lena Horne.
Primeros tiempos: separados y todo más pequeño
En un principio, después de la abolición de la esclavitud en 1865, muchos habitantes de raza negra abandonaron las haciendas sureñas en las cuales habían sido obligados a trabajar y se establecieron en ciudades como Washington. Si bien ya no eran esclavos, la población negra estaba segregada de los blancos en todo Estados Unidos por las leyes de segregación racial “Jim Crow”, cuyo nombre proviene del personaje estereotipado de un espectáculo musical ofensivo para los negros.
Surgieron vecindarios completamente afroestadounidenses. “Teníamos lo mismo que tenía todo el mundo”, afirma Dianne Dale, una ciudadana nacida en Washington, historiadora y escritora, al recordar la época de “Jim Crow” en Washington. “Solo que más pequeño”.
Uno de esos vecindarios era el de Shaw en Washington, denominado así en homenaje a Robert Gould Shaw, el comandante de una famosa unidad de infantería de la guerra civil integrada en su totalidad por negros. Fue en Shaw que se construyó el Teatro Howard.
Hasta la década de 1960, el recorrido que comienza en el Teatro Howard y se extiende por la calle U se conocía como el “Broadway Negro”. Si bien había nacido del racismo, la comunidad aspiraba a que fuera tan magnífico como el famoso Broadway de Nueva York.

Pero cuando Martin Luther King Jr. fue asesinado en 1968 manifestantes incendiaron vecindarios segregados en Washington y en otras ciudades, como Newark, Nueva Jersey y Detroit. El gobierno federal envió tropas a los vecindarios como Shaw para apagar los incendios y restaurar el orden.
Para fines de la década de 1970, Shaw se había convertido en un lugar donde era difícil vivir, con escuelas desmoronadas y violencia relacionada con el tráfico ilegal de drogas. Los edificios incendiados quedaron abandonados. Las bandas “go-go”, que presentaban un estilo emblemático de música de Washington, llevaron a cabo algunos de sus últimos conciertos en el Teatro Howard desmoronado y plagado de ratas antes de que se cerrara a principios de la década de 1980.
El renacimiento se apoya en la historia
Innumerables edificios quedaron en ruinas hasta fines de la década de 1990, cuando los inversores de bienes raíces comenzaron a llegar a raudales a Shaw y a otros vecindarios de Washington que antiguamente estuvieron poblados mayormente por afroestadounidenses. Las edificios de viviendas públicas fueron demolidos y reemplazados. Profesionales jóvenes blancos y negros acudieron en masa hacia la zona y restauraron algunas de las casas adosadas de estilo victoriano. Se inauguraron restaurantes. Se restauraron escuelas. Disminuyeron los índices delictivos.
Más de un siglo después de su construcción, el Teatro Howard renació en 2012, luego de una renovación de 29 millones de dólares iniciada en 2010.

Hasta la restauración, el teatro de estilo “Beaux Arts” había estado abandonado durante 30 años. “Decrépito y triste, el teatro era simplemente otro ejemplo de ruinas en Estados Unidos”, afirmó el artista Sean Hennessey, quien compró una casa a algunas calles del teatro en 2003 y a quien más tarde le encomendaron la tarea de esculpir la trompeta para la figura del “músico de jazz” que ahora corona el edificio.
Actualmente, las calles del vecindario Shaw reflejan sus orígenes de la era de “Jim Crow” así como su transformación durante el último siglo.
Subiendo por la calle desde el Teatro Howard encontramos la Universidad de Howard, fundada en 1867 para educar a los esclavos liberados. Tiene una matrícula de más de 10.000 estudiantes y compite por estudiantes negros con otras universidades prestigiosas.
“Aún paso al lado del teatro todas las semanas y siempre me llena de orgullo y de una sensación de pertenencia, tanto geográficamente como por ser parte del devenir de la historia”, sostiene el escultor Hennessey. “El futuro ciertamente es uno de renovación constante. Espero que sea un futuro que incluya a todos”.
[Adaptado de un artículo de la autora independiente Natalie Hopkinson publicado en EJ|USA en febrero de 2014]