Una mujer y dos hombres cerca de un cartel y sosteniendo bolsas de carbón (BrightGreen Renewable Energy)
Chebet Lesan, en el centro, formó “BrightGreen Renewable Energy”, un emprendimiento social que salva árboles al utilizar desechos agrícolas y de papel para fabricar carbón. (BrightGreen Renewable Energy)

Cuando la empresaria incipiente keniata Chebet Lesan dejó un lucrativo trabajo como diseñadora industrial para elaborar ladrillos de carbón ecológico en el patio trasero de la casa de sus padres en Nairobi, les escuchó murmurar más de una vez: “¿Qué está haciendo ahí fuera?”

“Es trabajo sucio. No es como si mezclaras lavanda y aceites para hacer un perfume elegante. Todo el mundo estaba asustado”, dice Lesan, fundadora de BrightGreen Renewable Energy.

Con el tiempo, sus padres lo aceptaron e invirtieron en su empresa, que ahora tiene una planta de producción y ha vendido 500 toneladas de ladrillos desde su lanzamiento en marzo de 2016.

Lesan es un ejemplo de una nueva generación de mujeres empresarias africanas que han empezado a hacer negocios en campos dominados por hombres.

En lugar de vender ropa, artesanías o cosméticos, están iniciando empresas de tecnología, como Charlotte Horore Bebga ha hecho en Douala (Camerún), o ayudando a gestionar un negocio de reciclaje de residuos, como Nomuntu Ndhlovu está haciendo en un municipio rural sudafricano.

Al igual que Lesan, están abriendo puertas a otras mujeres y, en algunos casos, dándoles la oportunidad de ganarse la vida por primera vez.

El ochenta por ciento de los 50 distribuidores de BrightGreen son mujeres. Lesan se inspiró para iniciar la empresa después de asistir a una conferencia de diseño del Instituto Tecnológico de Massachusetts en Tanzania sobre energía renovable.

Hombre colocando ladrillos de carbón en un mostrador (BrightGreen Renewable Energy)
El carbón de “BrightGreen”, hecho de desperdicios orgánicos, produce menos humo. (BrightGreen Renewable Energy)

Los hombres de su equipo “desde el principio creyeron en mí”, dice. Sin embargo, se enfrentó a otros que le dijeron que la venta de carbón vegetal “es un trabajo de hombres”. Mido menos de metro y medio y ni siquiera puedo levantar una de nuestras bolsas de 50 kilos de carbón”.

Formación de nuevas emprendedoras tecnológicas

Bebga, después de obtener un título en gestión de tecnología de la información, abrió un negocio electrónico vendiendo ropa, pero pronto decidió que podría poner sus conocimientos avanzados de computación al servicio de otras mujeres en la creación de empresas de comercio electrónico. Creó Likalo 2.0, una agencia de mercadeo digital, y lanzó la organización sin fines de lucro “African Women in Tech Startups” (Mujeres africanas en emprendimientos tecnológicos) para proporcionar capacitación.

El año pasado, una mujer de Costa de Marfil a quien Bebga capacitó, ganó un premio en un concurso internacional de Radio France para desarrollar aplicaciones móviles a fin de mejorar la educación de las niñas.

Personas de pie en una planta de reciclaje (Foto cedida por Nomuntu Ndhlovu)
Nomuntu Ndhlovu se unió al fundador de “SiyaBuddy Recycling and Waste Management” Siyabonga Tshabalala (dcha.) para emplear a mujeres de las aldeas cercanas a Steenbok (Sudáfrica). (Foto cedida por Nomuntu Ndhlovu)

“Muchas mujeres y niñas se apasionan por la tecnología y la creación de sus propios negocios”, dice Bebga. “Lo más importante al principio es tener un negocio viable [plan]. Entonces sólo es cuestión de empezar y hacerlo”.

‘Seguir empujando los límites’

Ndhlovu es directora gerente y copropietaria de SiyaBuddy Recycling and Waste Management (reciclaje y manejo de residuos) en la aldea de Steenbok, en el municipio de Nkomazi. SiyaBuddy tiene ocho empleados y 10 trabajadores contratados y paga a más de 500 personas, en su mayoría mujeres, para que recojan residuos reciclables en 52 aldeas.

“En un mes reciclamos 50 toneladas”, dice la exconsultora de gestión convertida en empresaria. “Estos recolectores estaban desempleados. Ahora ganan 400 rands a la semana, no es mucho, pero es un comienzo”.

“Ha sido muy difícil que me tomaran en serio como mujer en el negocio del reciclaje”, dice. Su consejo a otras mujeres: “Sean fuertes y estén preparadas para enfrentar esos desafíos. Sigan empeñadas. Una vez que se rompe esa barrera de cristal, no hay límite”.