Un médico envía un mensaje de texto y, en minutos, un pequeño avión robótico se catapulta hacia el cielo. ¿Qué lleva? Un paquete acolchado de suministros de sangre, listos para una transfusión que salvará la vida de alguien.

El dron puede trasladarse hasta 45 millas en 30 minutos y soltar un paracaídas con suministros médicos. En Ruanda, donde el 75 por ciento de las carreteras no están pavimentadas, los drones aéreos pueden evitar rutas que durante la temporada de lluvias prácticamente desaparecen.

“La gente no espera el clima perfecto para enfermarse o tener emergencias médicas”, señaló Keller Rinaudo (en inglés), fundador y director ejecutivo de Zipline International Inc., un emprendimiento con sede en California encargado de la construcción del sistema de entregas médicas en Ruanda. “Así que si vamos a construir algo que sea útil, tiene que poder funcionar todo el tiempo”.

Zipline (en inglés) se asoció con el gobierno de Ruanda para probar su flota de drones de suministros médicos. Este verano la empresa prevé poner en vuelo 15 aviones hacia 21 estaciones médicas ubicadas en la mitad de este país del este de África que no tiene salida al mar. Comenzará con la entrega de productos de sangre, que se echan a perder rápidamente y requieren controles estrictos de temperatura. A partir de julio, los veloces drones de Zipline realizarán hasta 150 entregas por día desde su centro de salida en el oeste de Ruanda.

La ministra de Salud ruandés, la dra. Agnes Binagwaho, menciona muchas ventajas: “También espero que, al ser pioneros, aprendamos a la vez que hacemos”, afirmó (en inglés). “Aunque no puedo predecir cuántas vidas se salvarán, salvar incluso una vida es crucial”.

Pequeñas alas, gran trabajo

Los drones de la compañía, o “Zips“, parecen renacuajos voladores. Hechos de una fibra de carbón liviana y poliamida de la marca “Kevlar”, los zips tienen una gran envergadura: casi 2,5 metros con las alas abiertas, pero solo 10 kilogramos de peso.

Después del lanzamiento desde una catapulta, los drones vuelan a 100 metros de altura antes de dirigirse hacia abajo para lanzar sus paquetes, que flotan hasta llegar al suelo bajo un paracaídas de papel descartable. En realidad, los drones no aterrizan hasta que regresan al lugar de partida, por lo que no se necesita una pista.

Cada zip cuesta aproximadamente lo mismo que una motocicleta, pero puede funcionar incluso en zonas sin carreteras.

Observa un zip en vuelo:

(vídeo en inglés)

Zipline contrató a importantes ingenieros de Google, la Universidad de Stanford, la compañía Boeing y SpaceX para lanzar al aire sus “zips”. La asociación público-privada GAVI (en inglés), distribuidora de vacunas, contribuyó al esfuerzo, así como lo hicieron la empresa de transporte UPS Inc. y el gobierno de Ruanda.

El plan de Ruanda de convertirse en un centro tecnológico en el este de África ayudó a atraer a Zipline, comenta el cofundador William Hetzler (en inglés). “Proyectos como el nuestro se integran muy bien con esa estrategia”.

Rinaudo espera poder expandir las entregas médicas con drones a lugares donde el terreno y la logística dificultan el abastecimiento médico.

Los drones no son los únicos vehículos innovadores que pueden transportar medicamentos a comunidades aisladas. El refrigerador para vacunas impulsado por una bicicleta inventado hace poco por un joven científico llamó la atención del presidente Obama en la Feria de Ciencias de la Casa Blanca de 2016.