El presidente Trump pronunció su segundo discurso del Estado de la Unión ante una sesión conjunta del Congreso en el Capitolio en Washington el 5 de febrero. A continuación algunos fragmentos del discurso:
Señora presidenta del Congreso, señor vicepresidente, miembros del Congreso, primera dama de Estados Unidos, conciudadanos:
Nos reunimos esta noche en un momento de un potencial ilimitado. Con el inicio de un nuevo Congreso, me presento aquí dispuesto a trabajar con ustedes para lograr progresos históricos para todos los estadounidenses.
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Mi administración ha enviado al Congreso una propuesta basada en el sentido común para acabar con la crisis en la frontera sur.
Incluye ayuda humanitaria, más agentes del orden público, detección de drogas en nuestros puertos, eliminar los vacíos legales que permiten el tráfico de menores y planes para una nueva barrera física, o muro, para asegurar vastas áreas entre nuestros puertos de entrada.
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Bajo mi administración, nunca nos disculparemos por impulsar los intereses de Estados Unidos.
Por ejemplo, hace décadas Estados Unidos firmó un tratado con Rusia en el que acordamos limitar y reducir nuestras capacidades de misiles. Si bien nosotros cumplimos con el acuerdo y las reglas al pie de la letra, Rusia violó repetidamente sus términos. Esto ha venido sucediendo por muchos años. Es por ello que anuncié que Estados Unidos se retira oficialmente del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio. En realidad no tenemos otra opción.
Como parte de esta nueva y osada diplomacia, continuamos nuestros esfuerzos históricos para lograr la paz en la península de Corea. Los rehenes estadounidenses han regresado a casa, las pruebas nucleares se han detenido y no ha habido un lanzamiento de misiles en más de 15 meses. Si no hubiera sido elegido presidente de Estados Unidos, ahora mismo, en mi opinión, estaríamos en medio de una gran guerra con Corea del Norte. Mucho queda por hacer, pero mi relación con Kim Jong Un es buena. El presidente Kim y yo nos reuniremos nuevamente el 27 y 28 de febrero en Vietnam.
Hace dos semanas, Estados Unidos reconoció oficialmente al gobierno legítimo de Venezuela y su nuevo presidente, Juan Guaidó.
Apoyamos al pueblo venezolano en su noble búsqueda de la libertad y condenamos la brutalidad del régimen de Maduro, cuyas políticas socialistas han convertido a ese país de ser uno de los más ricos de América del Sur en uno en el que prevalece la pobreza extrema y la desesperación.
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Uno de los desafíos más complejos que enfrentamos y ya por muchos años es Oriente Medio.
Nuestra estrategia se basa en un realismo de principios, no en teorías desacreditadas que han fracasado durante décadas en lograr progresos. Por esa razón, mi administración reconoció la verdadera capital de Israel y orgullosamente inauguramos la embajada de Estados Unidos en Jerusalén.
Cuando asumí la presidencia, ISIS controlaba más de 20.000 millas cuadradas en Iraq y Siria. Hace solo dos años. Hoy hemos liberado prácticamente todo el territorio de las garras de estos sanguinarios monstruos.
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Mi administración ha actuado decididamente para confrontar al principal líder patrocinador del terrorismo: el régimen radical de Irán. Es un régimen radical que hace cosas malas, muy malas.
Para asegurar que esta dictadura corrupta nunca adquiera armas nucleares, retiré a Estados Unidos del desastroso acuerdo nuclear con Irán. El otoño pasado impusimos las sanciones más severas que nunca habíamos impuesto a un país.
No desviaremos la mirada de un régimen que canta ‘muerte a Estados Unidos’ y amenaza con genocidio al pueblo judío. Nunca debemos ignorar el veneno vil del antisemitismo, ni a aquellos que dispersan ese credo venenoso. Con una sola voz debemos enfrentar este odio dondequiera y siempre que ocurra.