
Para Catherine Leslie, el viaje que hizo a Mali en el año 2003 junto a un equipo de ingenieros fue un acontecimiento que le abrió los ojos.
Los pobladores les pidieron a los ingenieros que construyeran un sistema para abastecerse de agua. A pesar de que el pueblo ya tenía tres pozos, todos estaban en desuso porque los residentes no habían sido entrenados para su mantenimiento. Hoy, como directora ejecutiva de Ingenieros sin Fronteras USA (en inglés), Leslie se asegura de que las comunidades pobres estén profundamente integradas en los proyectos de mejora.

Ingeniería humanitaria
Bernard Amadei, profesor de ingeniería civil en la Universidad de Colorado Boulder, estableció en 2002 la entidad sin fines de lucro, y desde entonces sus miembros han aumentado para incluir a estudiantes y profesionales no vinculados a la ingeniería así como ingenieros.
Los 17.000 afiliados del grupo en Estados Unidos trabajan en lo que denominan “proyectos de mínima tecnología y alto impacto” en 42 países. Esos proyectos incluyen desde construir letrinas a sistemas para atrapar la lluvia, y desde la instalación de iluminación solar al diseño de puentes.
Las comunidades se integran
Cuando los “Ingenieros Sin Fronteras” llegan al pueblo, la comunidad anfitriona hace contribuciones materiales y por lo menos el cinco por ciento del costo del proyecto. Los locales también se comprometen a mantener una instalación una vez que los ingenieros visitantes hayan terminado su trabajo. (Antes de partir educan a toda la comunidad sobre el proyecto y entrenan a algunos de sus miembros elegidos para hacer el mantenimiento).

La propiedad comunitaria de un proyecto ayuda a que tenga éxito y esa participación es más esencial que la tecnología, según un informe de 2014 (en inglés) de Ingenieros Sin Fronteras. Las comunidades mantienen alrededor de dos tercios de los proyectos completados.
“No se trata de hacer caridad, se trata de empoderar” dijo Amadei al diario The Hindu (en inglés) de la India. “La gente se desarrolla por sí misma. En las personas hay abundante riqueza, muchos conocimientos y destrezas”.
Los ingenieros y los estudiantes voluntarios obtienen habilidades transculturales y disfrutan de la recompensa emocional de hacer mejor la vida de la gente. Incluso a Leslie, cuando está agotada por el trabajo de oficina, le gusta viajar a las regiones donde su grupo actúa para recuperar esa sensación de haber cumplido.

“Uno ve a los chicos jugar, cuando antes solían ocupar la mayor parte de su tiempo acarreando agua desde fuentes lejanas. Eso le proporciona a uno un sentimiento gratificante”, dice.