Jun es un pequeño pueblo en España, con 3.500 habitantes. Su alcalde, José Antonio Rodríguez Salas, no cuenta con tantos seguidores en Twitter como algunos alcaldes de grandes ciudades y políticos a nivel nacional, pero sus seguidores son fieles. Eso se debe a que desde 2011, Twitter ha sido el medio de comunicación oficial entre el alcalde y sus ciudadanos.

Si alguien en el pueblo tuitea una queja, el alcalde responde con un tuit sobre cómo se ocupará del tema. Si no se resuelve el problema, todo el mundo se entera.

Ahora dos profesores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) están estudiando la ciudad de Jun para ver cómo adaptar su ejemplo de gobierno abierto a otras ciudades y ciudades más grandes.

Uno de estos profesores, Deb Roy, además trabaja para Twitter. Dijo que la ciudad comenzó a usar tuits de esta manera sin el conocimiento de la empresa. Cuando él y sus colegas de Twitter se enteraron de lo que se está haciendo en Jun, pensaron que podían desarrollarlo para lograr una “democracia más abierta y con mayor respuesta”.

Roy viajó a Jun para conocerlo en persona y llevó consigo a su colega, el profesor de MIT William Powers, cuyo libro Hamlet’s BlackBerry se centra en los efectos positivos y negativos que el mundo digital ha tenido sobre la interacción humana.

Encontraron una dinámica infrecuente: Puesto que las interacciones de los ciudadanos con el gobierno tienen lugar a través de los medios sociales, todos pueden verlas. Esta “visibilidad mutua” hace que las solicitudes sean razonables, promueve las respuestas rápidas y mantiene a los habitantes de Jun al tanto de la manera en que su gobierno les sirve.

Por ejemplo, cuando un hombre de Jun informó que había una farola rota en la calle a la cuenta el alcalde, este respondió e incluyó el nombre del usuario del electricista a quien había asignado la reparación. Al día siguiente, el electricista publicó una foto de la farola reparada.

Tuits que muestran cómo se informó y reparó una farola rota en las calles de Jun.

La ventaja del sistema de Jun, explica Martin Saveski, investigador en el Laboratorio de Máquinas Sociales, la iniciativa de los profesores en el MIT, es que “aplana” la estructura jerárquica de los gobiernos y elimina capas de funcionarios que pueden separar a los ciudadanos de su alcalde.

La gran pregunta es “¿podría esto funcionar en una gran ciudad donde el alcalde no pueda responder personalmente a un millón de mensajes en Twitter? Como primer paso, dice Powers, junto con Roy y el alcalde Rodríguez Salas se han puesto en contacto con el alcalde de Barcelona para que ponga en práctica un programa piloto en esa ciudad de 1,6 millones de habitantes. Barcelona está compuesta por muchos distritos, cada uno con su propio gerente. Los gerentes de estas subsecciones son responsables ante el alcalde de la ciudad, como en el modelo de organización comunitaria llamado copo de nieve.

La diferencia entre las necesidades de un pequeño pueblo y una gran ciudad saltan a la vista. Los expertos del MIT ofrecieron crear una herramienta digital para Rodríguez Salas similar a la que prevén para las grandes ciudades: una herramienta que llevaría la cuenta de las solicitudes, las categorizaría y les asignaría prioridades. “Sin embargo el alcalde está muy contento con su método espontáneo de gestión”, dijo Powers, “que básicamente consiste en tener su teléfono consigo todo el tiempo y revisarlo continuamente. Para él, funciona”.

Parece funcionar también para la gente de Jun. El año pasado, el alcalde fue reelecto por una enorme mayoría.