Cuando el exdirector ejecutivo de Microsoft, Bill Gates y Warren Buffet, director ejecutivo de Berkshire Hathaway lanzaron el proyecto denominado Giving Pledge (Cumplir una promesa) en 2010, los multimillonarios establecieron un nuevo umbral para la filantropía de las grandes donaciones. Sus iniciativas piden a las personas prósperas del mundo que contribuyan la mayor parte de su riqueza neta a causas filantrópicas.

Entre quienes aceptaron el desafío figura el presidente de Facebook, Mark Zuckerberg y su esposa Priscilla Chan. Como Gates y Buffett mantienen la tradición de Estados Unidos de levantar una fortuna y usarla al servicio de otros.

Recientemente Zuckerberg y Chan aportaron 3.000 millones de dólares para ayudar a curar, prevenir o manejar todas las enfermedades para fines del siglo XXI. Su compromiso refleja la ética de Andrew Carnegie, un magnate de la industria del acero en el siglo XIX, que consideraba que había que devolver a la sociedad que había facilitado su encumbramiento.

“Los filántropos han aportado lo que una vez un observador calificó de ‘capital social de riesgo’”, dice Leslie Lenkowsky, experto en filantropía en la Universidad de Indiana. Agrega que, con frecuencia, los filántropos invierten en “innovaciones en la atención a la salud, educación, desarrollo económico, derechos humanos y mucho más de lo que los gobiernos están dispuestos a aportar, o porque son incapaces de hacerlo o son cortos de vista y no lo abordan. Como resultado, hombres, mujeres y niños de todo el mundo ahora se benefician de la generosidad de personas a las que nunca conocieron”.

Gráfica informativa con un cronograma que muestra las donaciones caritativas de personas de Estados Unidos (Depto. de Estado/Sara Gemeny Wilkinson)
(Depto. de Estado/Sara Gemeny Wilkinson)