“La próxima generación está observando lo que hacemos”, dijo Obama en la primera sesión de la COP21

El presidente Obama habla ante un atril (© AP Images)
El presidente Obama pronuncia un discurso en la conferencia COP21, la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático en París, organizada por las Naciones Unidas. (AP Images)

A continuación una traducción de las declaraciones del presidente Obama en la primera sesión de la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático COP21, de las Naciones Unidas, que tiene lugar en París (Francia):

(comienza el texto)

LA CASA BLANCA
Oficina del Secretario de Prensa
Para publicación inmediata

30 de noviembre de 2015

DECLARACIONES DEL PRESIDENTE OBAMA EN LA PRIMERA SESIÓN DE LA CONFERENCIA COP21

Le Bourget
París, Francia
12:47 P.M. CET

PRESIDENTE OBAMA: Presidente Hollande, Sr. Secretario General, colegas. Hemos venido a París a mostrar nuestra determinación.

Ofrecemos nuestras condolencias al pueblo francés por los brutales ataques perpetrados en esta hermosa ciudad. Permanecemos unidos en solidaridad no solo para llevar ante la justicia a la red terrorista responsable de estos atentados, sino también para proteger a nuestra población y defender los valores perdurables que nos mantienen fuertes y que nos mantienen libres. Y felicitamos a los habitantes de París por insistir en que se celebrara esta importante conferencia, un acto de desafío que demuestra que nada nos impedirá construir el futuro que deseamos para nuestros hijos. ¿Qué mayor rechazo a aquellos dispuestos a derribar nuestro mundo que dirigir nuestros mejores esfuerzos a salvarlo?

Casi 200 países se han reunido aquí esta semana, una declaración que indica que, de todos los desafíos que enfrentamos, la creciente amenaza del cambio climático podría definir el perfil de este siglo más que cualquier otra. Lo que debería darnos esperanza de que este es un punto de inflexión, de que este es el momento en el que hemos decidido por fin salvar nuestro planeta, es el hecho de que nuestros países comparten un sentido de urgencia sobre este desafío y una conciencia cada vez mayor de que tenemos a nuestro alcance las posibilidades de hacer algo al respecto.

Nuestra comprensión acerca de las formas en las que de los seres humanos alteran el clima avanza día tras día. Desde el año 2000 han tenido lugar catorce de los quince años en que se han registrado las más altas temperaturas; y 2015 está en camino a ser el año más cálido de todos. Ningún país —grande o pequeño, rico o pobre— es inmune a lo que esto significa.

Este verano, yo mismo vi los efectos del cambio climático en nuestro estado más septentrional, Alaska, donde el mar ya está arrasando con pueblos y erosionando las costas; donde la capa helada permanente se descongela y la tundra se quema; donde los glaciares se están derritiendo a un ritmo sin precedentes en tiempos modernos. Y fue el anticipo de un posible futuro, un panorama del destino de nuestros hijos si el clima sigue cambiando más rápidamente que nuestros esfuerzos por hacer frente a estas alteraciones. Países sumergidos. Ciudades abandonadas. Campos que ya no producen. Perturbaciones políticas que desencadenan nuevos conflictos e incluso más circulación de pueblos desesperados en busca del santuario de países que no son el propio.

Ese no es un futuro de economías fuertes, tampoco es un futuro en el que estados frágiles puedan encontrar su equilibrio. Se trata de un futuro que tenemos el poder de cambiar. Aquí mismo. Ahora mismo. Pero solo si estamos a la altura del momento. Como dijo un gobernador en Estados Unidos, “somos la primera generación que siente el efecto del cambio climático, y la última generación que puede hacer algo al respecto”.

He venido aquí personalmente, como el líder de la mayor economía del mundo y el segundo emisor más grande [de gases de efecto invernadero], para decir que Estados Unidos no solo reconoce su papel en la creación de este problema, sino que asume su responsabilidad de hacer algo al respecto.

Durante los últimos siete años, realizamos ambiciosas inversiones en energía limpia y ambiciosas reducciones también en nuestras emisiones de carbono. Hemos  más que triplicado la producción de energía eólica y multiplicado por más de veinte la producción de energía solar, y ayudamos así a crear partes de Estados Unidos donde estas fuentes de energía limpia son por fin más baratas que la energía convencional, que es más sucia. Hemos invertido en eficiencia energética de todas las maneras imaginables. Dijimos no a infraestructura que implicaría extraer del suelo combustibles fósiles y dijimos sí al primer conjunto de estándares nacionales destinados a limitar la contaminación por carbono que nuestras plantas de energía pueden generar.

Los avances que hemos hecho ayudaron a que nuestra producción económica alcanzara máximos históricos y a que nuestra contaminación por carbono llegara a los niveles más bajos en casi dos décadas.

Sin embargo, la buena noticia es que esta no es una tendencia presente solo en Estados Unidos. El año pasado, la economía mundial creció mientras que las emisiones globales de carbono derivadas de la quema de combustibles fósiles se mantuvieron estables. Y las consecuencias de esto no deben subestimarse. Derribamos los viejos argumentos para la inacción. Demostramos que el crecimiento económico fuerte y un medioambiente más seguro ya no tienen que entrar en conflicto uno con el otro, sino que pueden funcionar en conjunto.

Y eso debería darnos esperanza. Uno de los enemigos que estaremos combatiendo en esta conferencia es el cinismo, la idea de que no podemos hacer nada respecto al cambio climático. Nuestros avances deben darnos esperanza durante estas dos semanas, esperanza basada en la acción colectiva.

A principios de este mes en Dubái, después de años de retraso, el mundo acordó trabajar conjuntamente para reducir los supercontaminantes conocidos como HFC. Eso es avanzar. Incluso antes de París, más de 180 países que representaban casi el 95 por ciento de las emisiones mundiales presentaron sus propios objetivos climáticos. Eso es avanzar. Estados Unidos, por su parte, va camino de alcanzar los objetivos de emisiones que establecí hace seis años en Copenhague: llevaremos a cabo una reducción de nuestras emisiones de carbono del orden del 17 por ciento por debajo de los niveles de 2005 para el año 2020. Y es por eso que el año pasado fijé un nuevo objetivo: en diez años Estados Unidos reducirá sus emisiones entre un 26 y un 28 por ciento por debajo de los niveles de 2005.

Así que nuestra tarea aquí en París es convertir estos logros en un marco permanente para el progreso humano, no una solución provisional, sino una estrategia a largo plazo para fomentar la confianza mundial en un futuro con bajas emisiones de carbono.

Aquí, en París, aseguremos que se establezca un acuerdo ambicioso, en el que los avances allanen el camino para tener objetivos que se actualicen con regularidad, metas que no sean fijadas para cada uno de nosotros, sino por cada uno de nosotros, teniendo en cuenta las diferencias que enfrenta cada país.

Aquí, en París, acordemos un sistema fuerte de transparencia que le dé a cada uno de nosotros la confianza de que todos estamos cumpliendo con nuestros compromisos. Y asegurémonos de que los países que todavía no tienen la plena capacidad para informar sobre sus objetivos reciban el apoyo que necesitan.

Aquí, en París, reafirmemos nuestro compromiso de poner recursos a disposición de los países que tienen la voluntad de hacer su parte para superar la fase sucia del desarrollo. Y reconozco que esto no será fácil. Asumiré un compromiso con la innovación y el capital para continuar reduciendo el costo de la energía limpia. Y es por eso que esta tarde me uniré a muchos de ustedes para anunciar un esfuerzo conjunto histórico encaminado a acelerar la innovación pública y privada en materia de energía limpia a escala mundial.

Aquí, en París, asegurémonos también de que estos recursos se dirijan a los países que necesitan ayuda para prepararse para los efectos del cambio climático que ya no podemos evitar. Sabemos con seguridad que muchos países han contribuido poco al cambio climático, pero serán los primeros en sentir sus efectos más destructivos. Para algunos, en particular, los países insulares —con cuyos líderes me reuniré mañana—, el cambio climático es una amenaza para su misma existencia. Y es por eso que hoy, junto con otros países, Estados Unidos confirma su fuerte compromiso continuado con el Fondo para los Países Menos Desarrollados. Y mañana nos comprometemos a realizar nuevas aportaciones a las iniciativas sobre seguros de riesgo que ayuden a la reconstrucción y al fortalecimiento de las poblaciones vulnerables después de producirse desastres relacionados con el clima.

Y, por último, aquí en París mostrémosles a las empresas y a los inversores que la economía mundial avanza con firmeza en el camino hacia un futuro con bajas emisiones de carbono. Si aplicamos las normas y los incentivos correctos, liberaremos el poder creativo de nuestros mejores científicos, ingenieros y emprendedores con el fin de generar tecnologías de energía limpia, así como nuevos empleos y oportunidades en todo el mundo. Hay miles de millones de dólares listos para destinar a países alrededor del mundo, si reciben la señal de que esta vez hablamos en serio. Enviemos esa señal.

Esto es lo que pretendemos en las próximas dos semanas. No simplemente un acuerdo para reducir la contaminación que liberamos al aire, sino un acuerdo que nos ayude a sacar a la gente de la pobreza sin condenar a la próxima generación a vivir en un planeta que no tenga la capacidad de ser reparado. Aquí, en París, podemos mostrarle al mundo lo que es posible cuando nos unimos, con esfuerzos comunes y con fines comunes.

Y que no quepa duda de que la próxima generación está observando lo que hacemos. Hace tan solo una semana, estuve en Malasia, donde me reuní con gente joven, y la primera pregunta que recibí fue de una joven de Indonesia. Y no fue sobre el terrorismo, ni sobre la economía, ni sobre los derechos humanos. Fue sobre el cambio climático. Me preguntó si era optimista sobre lo que podemos conseguir aquí en París y qué podía hacer la gente joven como ella para ayudar.

Quiero que nuestras acciones le muestren que estamos escuchando. Quiero que nuestras acciones sean lo suficientemente grandes como para aprovechar el talento de nuestra población, hombres y mujeres, ricos y pobres. Quiero mostrarle a su generación joven, apasionada e idealista que nos preocupamos por su futuro.

Porque creo que es posible actuar demasiado tarde, como dijo el Dr. Martin Luther King, Jr. Y en lo que respecta al cambio climático, se nos acerca ese momento. Pero si actuamos aquí, si actuamos ahora, si dejamos atrás nuestros propios intereses a corto plazo y damos prioridad al aire que respirarán nuestros jóvenes, y a los alimentos que comerán, y al agua que beberán, y a las esperanzas y sueños en que se basan sus vidas, entonces no actuaremos demasiado tarde para ellos.

Por otra parte, mis colegas líderes, aceptar este desafío no se nos recompensará con momentos de victoria claros ni inmediatos. Nuestros avances se medirán de otra forma: en el sufrimiento que se evite y en un planeta que se conserve. Y eso es lo que siempre ha dificultado esto. Nuestra generación quizá ni siquiera viva lo suficiente para ver la plena realización de lo que hagamos aquí. Pero saber que la próxima generación estará mejor por lo que hagamos aquí; ¿podemos imaginar una recompensa más digna que esta? Dejarles eso a nuestros hijos y a nuestros nietos, para que cuando miren atrás y vean lo que hicimos aquí en París puedan estar orgullosos de nuestros logros.

Que ese sea el fin común aquí en París. Un mundo digno para nuestros hijos. Un mundo caracterizado no por el conflicto, sino por la cooperación; y no por el sufrimiento humano, sino por el progreso humano. Un mundo más seguro y más próspero, más estable y más libre que el que heredamos.

Pongámonos a trabajar. Muchas gracias. (Aplausos.)

(termina el texto)

FIN

1:01 P.M. CET