Las enfermedades infecciosas no necesitan pasaporte para viajar alrededor del mundo. Dan paseos en aviones, cruzan las aduanas sin controles y propagan con rapidez a países lejanos lo que podría haber empezado como un brote aislado.
Cuando eso sucede con virus como el ébola o el zika, los detectives de enfermedades y los expertos en salud pública de los Centros de Estados Unidos para el Control y la Prevención de las Enfermedades suelen ser los equipos de primera respuesta a los que pide ayuda un país.

Algunos de sus expertos quizá ya estén cerca. “Tenemos 1.700 personas en más de 50 países”, señaló dijo Rebecca Martin, una epidemióloga que dirige el Centro para la Salud Global, el brazo internacional de la agencia.
Aunque el mandato del organismo es proteger la salud de los estadounidenses en el país y en el extranjero, durante mucho tiempo ha funcionado según el principio de que, como indica el director Tom Frieden, “es mucho más seguro, más eficaz y menos costoso detener las amenazas donde surgen”. Al hacerlo, el mundo se convierte en un lugar más sano para todos.
Durante la lucha para detener la epidemia de ébola en África occidental en 2014, el Centro para la Salud Global envió cientos de miembros de su personal. Fueron a hacer lo que Martin denomina “labor primordial”: ayudar a los países a desarrollar la capacidad de sus propios sistemas de salud pública para investigar y responder a los brotes.
Los trabajadores en el terreno aprenden a rastrear de forma meticulosa a quienes estuvieron en contacto con alguien que tuvo una enfermedad infecciosa. Tocan a las puertas para encontrar nuevos posibles casos, hacen pruebas de diagnóstico e inscriben a personas en estudios a largo plazo. Hace tiempo era habitual enviar muestras a Atlanta para analizarlas, pero ahora, con la ayuda del centro, muchos países en desarrollo operan sofisticados laboratorios propios, de modo que ofrecen resultados más rápidamente.

“Hemos trabajado durante décadas para asegurar que los países tengan la capacidad de hacer esto por sí mismos”, afirmó Martin, que vivió y trabajó en África durante seis años.
Cuando hay un brote de una enfermedad desconocida, la agencia pública inmediatamente orientación sobre el tratamiento en su Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad. “Si esperas a que esto ingrese en la bibliografía médica tradicional, [pasará] un año hasta que los médicos vean la información”, comentó Lauren Sauer, una experta en respuesta de emergencia de la Universidad Johns Hopkins.
El centro también lleva a cabo investigaciones médicas en Estados Unidos: a veces descubre conexiones internacionales, como cuando rastreó un brote de sarampión en Disneylandia y encontró su origen en una cepa de Filipinas.

El Dr. Daniel Bausch, un especialista en enfermedades infecciosas de Ginebra que trabaja para la Organización Mundial de la Salud, señaló que la agencia de salud de Estados Unidos cuenta con “una combinación única de epidemiólogos y de expertos en salud pública [con] una gran cantidad de muy, pero muy buenos científicos”.
Han surgido nuevas amenazas repentinas y con violencia en los últimos tiempos, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV), el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS/SARS) y cepas mortales de la gripe, lo que subraya la importancia del papel internacional del organismo, afirmó Bausch.
“Es como ver un incendio propagándose lejos y decir: ‘bueno, no voy a reaccionar hasta que llegue a mi casa”. Entonces es demasiado tarde. El único modo de detenerlo es ir donde está la acción”, advirtió.