Mujer con guantes rosados y ropa protectora color lavanda coloca botellas cerradas en un contenedor grande (Cuerpo de Infantería de Marina de EE. UU./Sargento Michael Walters)
Misook Choe, de la Rama de Investigaciones sobre Enfermedades Infecciosas del Instituto Walter Reed del Ejército realiza una prueba como parte de sus investigaciones sobre COVID-19. (Cuerpo de Infantería de Marina de EE. UU./Sargento Michael Walters)

A consecuencia de la pandemia del nuevo coronavirus el Departamento de Defensa de Estados Unidos (en inglés) ha concedido el valor de 1,1 millones de dólares en laboratorios y suministros para hacer diagnósticos a docenas de asociados en África, Asia, Europa y América del Sur.

Los laboratorios de salud de las fuerzas armadas de Estados Unidos han gastado 6,9 millones de dólares en la biovigilancia del virus que causa COVID-19, llevando a cabo estudios en 30 países para contener la enfermedad y mantener la preparación militar. Mientras tanto los científicos de ese Departamento están trabajando para elaborar una vacuna contra COVID-19 que proteja de la enfermedad a personas de todo el mundo.

Los esfuerzos para retrasar el avance del novel coronavirus tanto como para frenar la enfermedad que causa son los más recientes en un largo historial de la ayuda militar en crisis similares.

En la década de 1990 cuando el doctor Nelson Michael viajó por toda Uganda mientras el VIH se contagiaba allí, vio un país tan dominado por la muerte que los vendedores callejeros ofrecían ataúdes al borde las carreteras.

Pero años más tarde, después de que el Departamento de Defensa desplegara el Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para Alivio del SIDA (en inglés), comúnmente conocido como PEPFAR, Michael, director del Centro de Investigaciones de Enfermedades Infecciosas del Instituto Walter Reed de Investigaciones del Ejército, regresó a Uganda, Esta vez cuando manejó en auto desde el Aeropuerto Internacional de Entebbe hasta Kampala, vio que las orillas de las carretera se hallaban llenas de personas comerciando muebles, ya no ataúdes.

“Logramos tener un gran efecto”, dice Michael, coronel retirado que ayudó a crear las vacunas para el ébola y el zika, y que actualmente se halla trabajando en vacunas contra VIH y COVID-19. “La gente hoy está viva. Y están prosperando. Y definitivamente, esas sociedades están más a salvo”.

Foto de la izquierda: Paciente en una cama baja cerca de una pared de tela. Foto de la derecha: hombre con bigote con un traje de tres piezas. (The National Library of Medicine)
Izquierda: un paciente con fiebre amarilla en un hospital de Cuba en 1898. Derecha: el comandante Walter Reed, cirujano del Ejército de Estados Unidos, dirigió una comisión militar que ayudó a reducir la fiebre amarilla en Cuba y Panamá. (The National Library of Medicine)

Las fuerzas armadas de Estados Unidos tienen un largo historial en ayudar a controlar las pandemias, y con buenas razones. Durante los primeros 145 años de Estados Unidos la mayor parte de su personal militar moría a causa de enfermedades contagiosas más que en combates contra el enemigo, según un estudio realizado en 2008 (en inglés). Los avances médicos en vacunas y antibióticos ayudaron a hacer retroceder esa tendencia durante la época de la Segunda Guerra Mundial.

Las epidemias hoy no solo amenazan a los miembros del servicio militar, sino también a los civiles estadounidenses y a los aliados. Las comunidades científicas, médicas y de salud pública de las fuerzas militares de Estados Unidos investigan las enfermedades epidémicas en todo el mundo para tratar a pacientes que las sufren, y para erradicarlas.

A continuación cómo las fuerzas militares han ayudado a combatir algunas pandemias.

Ébola

En 2014 más de 2.800 miembros de las fuerzas militares de Estados Unidos fueron desplegados en Liberia para frenar la epidemia y ayudar a la gente contagiada.

Las tropas capacitaron a 1.539 trabajadores sanitarios locales, establecieron un equipo de apoyo de 30 personas con médicos civiles profesionales, construyeron diez unidades de tratamiento de ébola, armaron siete laboratorios portátiles, procesaron más de 4.500 muestras y entregaron 1,4 millones de paquetes de equipos personales de protección a los trabajadores locales de salud.

Mujer en uniforme de camuflaje ayuda a otra mujer a colocarse una ropa blanca protectora. (Ejército de EE. UU./Sargento V. Michelle Woods)
En 2014, Kasey Unterseheir, de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, ayuda a una sanitaria de Liberia a colocarse la ropa para entrar a una zona para el tratamiento del ébola. (Ejército de EE. UU./Sargento V. Michelle Woods)

Lo que es más, el Instituto Militar de Investigación de Enfermedades Infecciosas, del Ejército de Estados Unidos, la Agencia de Defensa para la Reducción de Amenazas y la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa elaboraron vacunas y tratamientos para combatir el ébola y salvar vidas. En total el Departamento de Defensa de Estados Unidos gastó 400 millones de dólares en operaciones relacionadas con el Ébola.

“La gente quedó muy sorprendida al ver que algunas de las primeras personas que fueron a África para ayudar en eso eran militares”, dice Steven P. Bucci, que pasó tres décadas como oficial de las Fuerzas Especiales del Ejército y oficial en el Pentágono y que ahora es un asociado en la Fundación Heritage.

Todos ellos están bien entrenados para ese trabajo.

H1N1

Durante las etapas iniciales del virus de la gripe H1N1 (o gripe porcina) de 2009 las instalaciones médicas militares para el diagnóstico, financiadas por Estados Unidos, fueron decisivas para detectar casos en Oriente Medio, África y el este de Asia.

El Departamento de Defensa capacitó a los primeros auxiliadores y les dio abastecimientos médicos.

La Unidad Número 3 de Investigación Médica de la Armada de Estados Unidos capacitó en El Cairo a científicos y expertos técnicos de 32 países (de África, Oriente Medio y Asia Central) en técnicas de laboratorio y métodos para el diagnóstico.

Hombre con ropa azul de laboratorio y ropa protectora extrayendo material de una bandeja de muestras (Fuerza Aérea de EE. UU./Sargento Jason Edwards)
Vernon Smith, de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, extrae ácido ribonucleico de una muestra con un bastoncillo de algodón para rastrear el H1N1 en 2009. (Ejército del Aire de EE. UU./Sargento Jason Edwards)

El reconocimiento temprano de la gravedad de la enfermedad, la rápida respuesta de agencias gubernamentales de todo el mundo y el conocimiento de que el H1N1 compartía características genéticas similares a las de virus conocidos de la gripe ayudó a los expertos a elaborar un equipo eficaz de pruebas a fines de abril de 2009 y tener lista una vacuna en octubre de 2009.

SARS

La amplia atención al síndrome respiratorio agudo grave (SARS) desató un esfuerzo científico internacional en 2003, llevando a descubrimientos que limitaron el alcance de la epidemia. Los investigadores del Instituto Médico de Investigación de Enfermedades Contagiosas, del ejército de Estados Unidos, en Fort Detrick (Maryland), examinaron cientos de medicamentos ya existentes para determinar su eficacia contra el SARS y colaboraron con centros de investigación para elaborar nuevos fármacos. El laboratorio descubrió que el fármaco “interferon” podía bloquear al virus del SARS, descubrimiento que abrió el campo para hacer más investigaciones sobre el mismo.

Mientras, las fuerzas militares de Estados Unidos trabajaron para frenar el contagio del virus entre las tropas estacionadas en Corea del Sur. El comandante cirujano de las Fuerzas de Estados Unidos en Corea (USFK) formó un equipo que tomó medidas para mantener a salvo a los miembros del servicio y redujo el contagio del SARS. El liderazgo de USFK se comunicó con los medios informativos de Corea del Sur y abrió una línea telefónica de emergencia para responder a las preguntas de los surcoreanos sobre el virus.

Desde la epidemia entre 2002 y 2003 se han informado de apenas algunos casos de SARS, según la Organización Mundial de la Salud.

VIH/SIDA

Foto de la izquierda: Mano enguantada de un adulto sujetando la mano de un niño. Foto de la derecha: Hombre africano y mujer estadounidense en uniformes de camuflaje sentados junto a una niña y un niño. (Ejército de EE. UU./Comandante Corey Schultz)
Izquierda: Samantha Greeninger, médica de la Reserva del Ejército, sujeta la mano de una niña ugandesa mientras esperan los resultados de una prueba de VIH, la niña dio negativo. Derecha: Greeninger y un médico de Uganda distraen a unos niños que esperan recibir tratamiento en la Clínica Pajmo. (Ejército de EE. UU./Comandante Corey Schultz)

El Programa de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos para Investigar el VIH (MHRP), establecido en 1986, se ha asociado con centros de investigación en Asia, África y Europa para hacer investigaciones, pruebas y ensayos clínicos, así como para informar.

En enero de 2004, un grupo de científicos dirigidos por la embajadora de MHRP, Deborah Birx (actualmente coordinadora para la respuesta al coronavirus en la Casa Blanca), que incluía a investigadores del Ejército Real Tailandés y del Instituto Walter Reed de Investigaciones del Ejército vacunaron a 16.000 personas en un ensayo clínico.

Los investigadores descubrieron que la combinación de dos vacunas podía reducir en casi un 30 por ciento la tasa de infecciones de un tipo de VIH encontrado en Tailandia. Demostró la viabilidad de una posible vacuna para evitar el VIH. Las pruebas en el programa MHRP siguen realizándose en Tailandia y en partes de África.

Además de esto las fuerzas armadas de Estados Unidos están en la primera línea en todo el mundo en cuanto a la prevención y tratamiento del VIH. El Programa del Departamento de Defensa para la Prevención del VIH/SIDA, como uno de los principales instrumentos de implementación de PEPFAR, ayuda a los militares extranjeros asociados a elaborar y aplicar de manera culturalmente apropiada la prevención específica militar del VIH/SIDA, así como su cuidado y tratamiento en 53 países. Esto significa hacer la prueba del VIH a soldados y sus familias, prestar servicios con tratamientos antiretrovirales que salvan vidas, con unidades portátiles y apoyo en favor de una educación sobre seguridad sexual.