El Museo Nacional de Historia y Cultura Afroestadounidenses, del Instituto Smithsoniano, que fue propuesto por primera vez en 1915 por excombatientes negros de la guerra civil de Estados Unidos, se abrirá un siglo más tarde el 24 de septiembre.
La exploración que hace de la historia de Estados Unidos este museo a través de los ojos de los afroestadounidenses está entretejida en su misma construcción. El edificio, en forma de niveles, se parece a una corona yoruba del oeste de África, un guiño a la tierra ancestral de muchos afroestadounidenses que llegaron a América del Norte en barcos de esclavos. Y el exterior está cubierto por un metal de color bronce que recuerda el trabajo en hierro hecho por los esclavos herreros durante el siglo XIX en Charleston y Nueva Orleans.
Ubicado en el Paseo Nacional de Washington, al oeste se puede ver el monumento conmemorativo a Lincoln y la escalinata en la que una vez la voz de Martin Luther King Jr. resonó ante las 250.000 personas congregadas en marzo de 1963 para participar en una de las manifestaciones más grandes a favor de los derechos civiles en la historia de Estados Unidos.

El historiador Lonnie Bunch, director fundador del museo, hace poco habló con el canal de televisión NBS-4 TV (en inglés), cuando el museo entraba en la fase final de los preparativos para su inauguración. Dijo que el museo ilumina una de las partes vitales en la historia de Estados Unidos y ofrece una perspectiva fresca sobre lo que significa ser estadounidense.
En muchos aspectos, “la historia afroestadounidense es la quintaesencia del relato estadounidense”, destacando la perseverancia, el optimismo y la espiritualidad, dijo. “La experiencia afroestadounidense ha completado a Estados Unidos porque obliga a Estados Unidos a cumplir con los ideales que declaró”.

Doce exhibiciones permanentes están repartidas en los niveles subterráneos y superiores del museo, que conducen al visitante en un viaje por las eras de la esclavitud y la segregación, el movimiento de derechos humanos en las décadas de 1950 y 1960 y los logros de los afroestadounidenses en todos los aspectos de la vida.
La desbordante narrativa es posible, en parte, debido a la escala del nuevo museo. Albergando unos 34.000 artefactos en 37.000 metros cuadrados, el edificio tiene un tamaño doble al cercano museo Hirshhorn y al Jardín de Esculturas.
Comenzando en el subsuelo los visitantes pasarán de la esclavitud a la libertad, comentó Bunch. Podrán ver una cabaña para esclavos reconstruida de la isla Edisto de Carolina del Sur y escucharán audios grabados basados en auténticas crónicas de los esclavos. Podrán ver el libro de cantos de Harriet Tubman (aproximadamente de 1876) y más adelante un vagón de ferrocarril de la era de la segregación (aproximadamente de 1920), un avión para entrenar a los pilotos negros en la década de 1940 durante la Segunda Guerra Mundial y un vestido hecho en la década de 1950 por la costurera Rosa Parks, una heroína del movimiento de los derechos civiles.

Al subir a los niveles superiores del museo los visitantes hallarán galerías que se refieren a la contribución de los afroestadounidenses a los deportes, las artes, la ciencia, los negocios, la música y la literatura. La colección destaca la trompeta del legendario músico de jazz Louis Armstrong, los vestidos que lucieron las cantantes Marian Anderson y Ella Fitzgerald, el Cadillac rojo de la estrella del rock Chuck Berry y otros recuerdos de campeones deportivos como Jesse Owens, Muhammad Ali, y Venus y Serena Williams.

Pero el pasado es solo una parte del relato. “El museo es también sobre la actualidad de hoy y el mañana” dijo Bunch. Con ese fin los curadores también abordan la presidencia de Barack Obama, el movimiento de Black Lives Matter (Las vidas de los negros son importantes) y de otros temas contemporáneos.
La cultura afroestadounidense ha marcado profundamente a Estados Unidos, dijo Bunch, y agregó que “lo que queremos es mostrarle al mundo la riqueza de esta cultura”.