Estados Unidos no es sólo un país nacido de la diversidad, sino que prospera debido a esta. Todos los días, estadounidenses de todas las religiones se unen para abordar las preocupaciones comunes y construir comunidades más seguras y sanas.
Por ejemplo, organizaciones musulmanas, judías y cristianas en Nueva York han trabajado juntas para combatir la publicidad discriminatoria. En Los Ángeles, una clínica de la comunidad musulmana proporciona servicios de salud a residentes hispanos y afroestadounidenses con bajos ingresos.
Estas historias están basadas en un respeto por la diversidad religiosa tan viejo como el propio país: la primera enmienda de la Constitución garantiza el derecho a ejercer libremente las creencias religiosas y prohíbe el establecimiento por el gobierno de religión alguna.
En el Día Nacional de la Libertad Religiosa se conmemora el incluso más antiguo Estatuto de Virginia por la Libertad Religiosa, redactado por Thomas Jefferson y aprobado el 16 de enero de 1786. Jefferson dijo más tarde que la “libertad de religión [es] el más inalienable y sagrado de los derechos humanos”.
La libertad religiosa es un derecho de todo individuo consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Personas en todas partes pretenden practicar su religión e incluso defienden los derechos de otros a hacer lo propio. Ese fue el caso recientemente en Indonesia, donde dos influyentes organizaciones islámicas desplegaron voluntarios para proteger iglesias durante las celebraciones navideñas.