Los candidatos presidenciales hacen muchas promesas. Una vez que el ganador presta juramento al cargo, su capacidad para cumplirlas es limitada.
Según la Constitución de los Estados Unidos, los poderes de un presidente son importantes, pero los poderes legislativo y judicial (el Congreso y los tribunales federales, encabezados por el Tribunal Supremo) también tienen gran autoridad. La Constitución reparte sus poderes como una serie de controles y equilibrios que impiden que una rama de gobierno se vuelva demasiado poderosa.
“Lo que se dice en el calor de una campaña suele ponerse a un lado cuando se confrontan las prioridades de gobernar”, dice Randy E. Barnett, profesor de derecho y director del Centro Constitucional de la Facultad de Derecho de Georgetown.
Varios factores controlan cuanto de la agenda del nuevo presidente se hace realidad.
Uno es si el presidente y las dos cámaras del Congreso (el Senado y la Cámara de Representantes) están controlados por el mismo partido. El Partido Demócrata del Presidente Obama controló ambas cámaras del Congreso sólo durante los primeros dos años de la presidencia de Obama. El presidente electo republicano Donald Trump comenzará su administración con la misma ventaja. Incluso en ese caso, las reglas del Senado requieren en efecto una supermayoría (dos tercios) en algunos casos.
Los presidentes trabajan en un sistema “deliberadamente diseñado para que sea difícil hacer cosas”, dice Matthew Dickinson, profesor de ciencias políticas en el colegio universitario Middlebury College de Vermont y autor de un blog sobre el poder de la presidencia (en inglés).
“Lo que se dice en el calor de una campaña política suele ponerse a un lado cuando se confrontan las prioridades de gobernar”.
– Randy E. Barnett, Centro Constitucional de Georgetown
Controles y equilibrios
El presidente carece de autoridad constitucional para hacer muchas cosas por sí solo, por ejemplo:
- Gastar dinero. El presidente propone un presupuesto, pero el Congreso debe aprobarlo. Y sólo el Congreso puede imponer impuestos. Si las propuestas de un presidente requieren dinero, necesitará que el Congreso pague por ellas.
- Derogar leyes. Un presidente no puede cancelar unilateralmente una ley que no le guste. Si el Congreso aprobó una ley, sólo otra ley aprobada por el Congreso puede derogarla.
- Nombramientos: El presidente nombra a los jefes de las agencias ejecutivas y otros altos funcionarios. También nombra jueces federales, incluyendo los jueces del Tribunal Supremo. Sin embargo sus nominaciones deben ser confirmadas por el Senado. Aunque menos del 2 por ciento de los jefes de departamento han sido rechazados desde 1789, casi una cuarta parte de los nominados al Tribunal Supremo no han sido confirmados – sus nominaciones han sido rechazadas, retiradas o declinadas.
Si un presidente, o el Congreso, trataran de ejercer autoridad que no tiene, el poder judicial puede declarar inconstitucional su actuación. Por ejemplo, en 1952, el Tribunal Supremo anuló el intento del presidente Harry S. Truman de expropiar plantas metalúrgicas de propiedad privada, una medida que pretendía apoyar el esfuerzo del país en la Guerra de Corea.
Poder presidencial
Dentro de estos límites constitucionales, los presidentes todavía tienen muchas herramientas para lograr que su agenda sea adoptada. Hacen muchos nombramientos de personal que no requieren la confirmación del Senado. Con confirmación, el presidente nombra nuevos jueces para llenar vacantes en la judicatura federal. Con el tiempo, esto puede hacer la rama judicial más afín a la perspectiva general del presidente. También, con confirmación, el presidente nombra a los líderes de las agencias de la rama ejecutiva. Muchas de estas agencias emiten reglas que tienen un gran impacto en la economía y la vida de la nación.
El presidente puede emitir “órdenes ejecutivas” que tienen la fuerza vinculante de la ley en las agencias federales, pero no requieren la aprobación del Congreso. Sin embargo la orden ejecutiva de un presidente no obliga a sus sucesores, y se sabe que nuevos presidentes han derogado aquellas emitidas por sus predecesores.
Los presidentes tienen acceso a lo que el presidente Theodore Roosevelt llamó el “púlpito del asedio”, la capacidad de apelar directamente a la opinión pública, para darle forma y utilizar los deseos del pueblo estadounidense para influir en los miembros del Congreso.
Barnett dice que uno de los mayores controles sobre el poder de un presidente es la dificultad de mantener sus prioridades. “Hay un límite en cuanto a lo que un presidente puede hacer. Todos los presidentes se quedan sin gas “, dijo.