Personas vistiendo uniforme de banda musical en formación y tocando instrumentos (Foto cedida por South Bend Tribune/Greg Swiercz)
Una animadora de la escuela secundaria John Adams High School toca la flauta durante el desfile de bienvenida de 2011. (Foto cedida por South Bend Tribune/Greg Swiercz)

Este es el primero de dos artículos sobre el papel de las actividades de las escuelas secundarias en las comunidades de Estados Unidos. El siguiente artículo tratará sobre fútbol americano.

Si alguna vez se encuentra un viernes de otoño por la tarde bajo la sombra de los árboles de Sunnyside Avenue en South Bend (Indiana) una hora antes del atardecer, entonces eligió el momento oportuno. Párese sobre la acera y escuche. Muy pronto, un ruido sordo, distante y profundo de tambores le confirmará que se trata de la temporada de fútbol americano de las escuelas secundarias y que la banda de música está en camino.

En segundos, todos en el vecindario lo saben. Los niños salen corriendo por la puerta de calle y dejan la cena sin terminar sobre la mesa. Grandes perros familiares con correa arrastran a sus dueños y los vecinos más ancianos salen de sus casas para ver a la banda en la que sus propios hijos tocaron alguna vez. Casi todas las familias de Sunnyside se conmueven cuando un esbozo de melodía estridente se alza en el aire por encima del compás de tambores.

A casi una milla de distancia, la banda ha comenzado su marcha ritual desde la escuela secundaria John Adams High School pasando por el medio de las calles del vecindario para llegar al campo de juego al que, por cierto, los habitantes del medio oeste de Estados Unidos llamamos hace tiempo “el campo escolar”. A lo largo de todo el camino, los niños se aseguran buenos lugares en el borde del pavimento.

Niña sentada en los hombros de un hombre (Foto cedida por South Bend Tribune)
Adam Riggs disfruta de un agradable momento con su hija de tres años de edad Mackenzie. (Foto cedida por South Bend Tribune)

Trompetas en armonía y tambores a un perfecto unísono suenan cada vez con más fuerza. Antes de que las papas de la cena se hayan enfriado en sus platos, las primeras hileras de músicos doblan la esquina de Sunnyside. Los adultos interrumpen sus conversaciones y el niño más pequeño mira con entusiasmo desde los brazos de su madre o padre.

Los miembros de la banda marchan hacia nosotros perfectamente uniformados mientras tocan sus instrumentos. Usan zapatos oscuros y formales, pantalones azul marino de líneas elegantes, chaquetas rojo sangre con charreteras azul oscuro y una faja azul marino que baja desde el hombro. Sus sombreros redondos y azules tienen bordes bien marcados.

Los instrumentos se organizan por hileras. Quienes tocan instrumentos de viento de madera son tan buenos ciudadanos que se levantan temprano a la mañana para la práctica de la banda sabiendo que sus flautas y clarinetes nunca serán las estrellas de la banda de música. Los siguen hileras de trompetas y trombones brillantes y orgullosos, luego las maravillosas tubas que marcan el compás por encima de la línea de contrabajos y el tamborileo explosivo de los redoblantes. Los bastoneros agitan brillantes banderas ondeantes dibujando círculos en el aire.

La multitud sobre la acera aplaude al ritmo de la banda; soñadores de ojos grandes demasiado jóvenes para la escuela secundaria marchan espontáneamente al costado. No habrá problemas para reclutar a la próxima generación de trompetistas ni para que los padres los lleven a sus prácticas temprano.

La banda pasa por la entrada del campo escolar al batir de los tambores. Los aficionados de John Adams llenan las tribunas sur esta noche y sus adversarios ocupan las norte. Al igual que los aficionados deportivos serios de todo el mundo, los estudiantes se ponen de pie y alientan durante todo el partido de fútbol americano, incluso los más pequeños que aún no conocen las reglas.

Una pelota bien lanzada surca el cielo como una lanza. Apoyada sobre el suelo, una pelota rebota torpemente de un lado a otro. Un juego tras otro, jóvenes atletas en uniformes acolchados galopan y chocan entre ellos. Cuando un equipo anota un punto, la multitud en cada tribuna manifiesta su aprobación o consternación con gritos.

En el entretiempo, mientras los atletas descansan, la banda marcha bajo las luces del campo de juego. Líneas de músicos se despliegan hacia la izquierda y la derecha del campo mientras los bastoneros decoran los extremos de la formación con arcos de telas de colores. Potenciada por los tambores y contrabajos, la música llena el estadio del campo escolar y se extiende hacia todo el vecindario. Sin dudas, alguna futura trompetista, en este momento en piyamas, escucha desde la ventana de su habitación.

El autor de este artículo es el redactor independiente Ken Smith.