Las encuestas de opinión pública han sido parte de la escena política estadounidense durante mucho tiempo. Ayudan a los candidatos a entender lo que los votantes piensan, y aportan a todos una idea de quien está por delante, o parece estarlo, semanas y meses antes de la elección venidera.

Sin embargo, las encuestas no siempre tienen razón. Una encuesta principal en 1936 predijo erróneamente la derrota del presidente en el cargo Franklin D. Roosevelt. En 1948 Thomas E. Dewey se fue a dormir en la noche electoral creyendo que había sido elegido presidente, solo para descubrir que no lo era.

Las bases científicas de las encuestas son adecuadas: Al hacer una serie de preguntas justamente formuladas a una muestra suficientemente grande y representativa de personas se pueden determinar con un alto nivel de precisión los puntos de vista de la población general. Encuestadores pioneros tales como Elmo Roper, George Gallup y Louis Harris predijeron resultados electorales con un alto nivel de precisión. En la actualidad los candidatos presidenciales cuentan con sus propias y sofisticadas operaciones de encuestas.

Durante muchos años las encuestas políticas han ofrecido datos sobre planteamientos tales como:

  • “¿Va el país en la dirección adecuada?”
  • “¿Hasta qué punto determina su voto en la próxima elección cada uno de los asuntos a continuación?
    y por supuesto,
  • “¿Si las elecciones se celebraran hoy, votaría usted por el candidato A o el candidato B?”
Personas sentadas frente a computadoras con audífonos (© AP Images)
Estudiantes universitarios en el estado de Nueva York trabajan como encuestadores por teléfono en 2005. (© AP Images)

Sin embargo, la campaña electoral de 2016 ha probado ser un desafío para los encuestadores. Una de las razones es que los estadounidenses cada vez tienen más teléfonos móviles y no líneas de tierra tradicionales. Las leyes federales permiten las llamadas telefónicas automatizadas (“robocalls“) a líneas de tierra pero está prohibido hacerlas a los teléfonos móviles. Las llamadas a estos números deben hacerlas personas, y esto es más lento, menos eficaz y más caro.

Algunos encuestadores recortan costos escogiendo una muestra más pequeña de la población o una más extensa de líneas de tierra. Ambas estrategias pueden hacer que los resultados sean menos precisos.

Además algunos observadores indican que los ciudadanos no siempre responden la verdad cuando son encuestados, ya que no desean aportar una respuesta que se perciba como poco popular a las preguntas de la encuesta.

Aun así las encuestas continúan siendo una característica destacada en la cobertura informativa de la contienda de 2016. Son una buena manera de estar informado, pero recuerde: La única encuesta que cuenta es la del día de las elecciones.

Gráfico que dice “Elecciones 2016” (Depto. de Estado/J. Maruszewski)