El devastador terremoto que azotó a Haití en 2010 dejó a Louino Robillard con una sensación de tragedia, una característica que comparte con muchos de sus compatriotas haitianos.
Sin embargo, el simple hecho de sobrevivir lo motiva.
Cuando se produjo el terremoto, iba caminando por la calle hacia a un edificio que se derrumbaría y mataría a sus habitantes. “Mi vida no me pertenece solo a mí”, pensó en ese momento. “Tengo que vivir para la comunidad”.
Robillard creció en Cité Soleil, un barrio extremadamente pobre de Puerto Príncipe, asolado por el crimen. Junto con otros activistas locales, había trabajado mucho para ayudar a los residentes a mejorar sus vidas, pero sus esfuerzos a menudo pasaban inadvertidos debido a la violencia.
Sintiéndose extrañamente renovado por la experiencia que tuvo durante el terremoto, Robillard quiso trabajar con sus compañeros para hacer frente a la violencia. En 2011 lanzaron Konbit Solèy Leve, un grupo que reúne a los barrios en conflicto, los unifica en iniciativas locales y, de ser posible, los convierte en un movimiento social.
“Cualquiera puede acercarse a nosotros con una idea, y juntos trabajamos para hacerla realidad”, señaló Robillard.

Como las pandillas juveniles siguieron actuando, los voluntarios reunidos por Konbit Solèy Leve se centraron en proporcionar alternativas significativas a la violencia.
Una de sus iniciativas, el Premio de la Paz de Cité Soleil (en inglés), ofrece un reconocimiento a los jóvenes que marcan una diferencia en sus comunidades y los promueve como ejemplos a seguir.

A veces una solución revela un nuevo problema.
El centro juvenil SAKALA, lanzado para promover la no violencia y el desarrollo comunitario por medio del baloncesto, fue una situación de este tipo.
Muchos niños estaban tan débiles a causa del hambre que no podían entrenar ni jugar, según Laurent Herode, cofundador de SAKALA. Así que antes de usar una pelota, les enseñaron a los niños a utilizar una azada. Juntos, crearon la “Huerta Grifo Grifo” (Tap Tap Garden, en inglés) en el lugar donde se encontraba un antiguo basurero. Así alimentarían a más de 250 participantes.
La huerta produjo tanto que SAKALA puede alimentar a los niños, regalar comida a otros miembros de la comunidad y vender alimentos para financiar una ampliación. Hoy en día, el proyecto también funciona como vivero y centro educativo, ya que atrae a jóvenes líderes de docenas de jardines similares de Haití.

En una región rural del norte de Haití, Robillard y su esposa comenzaron un parque forestal modelo (en inglés) para educar a la comunidad sobre la importancia de los árboles. (La deforestación provocó graves problemas ambientales en el país).
Crear redes que traspasan las fronteras
Como parte de un programa de visitantes internacionales centrado en la gestión de conflictos, Robillard y Herode viajaron a Estados Unidos y se sorprendieron al observar que algunas ciudades del país enfrentan algunos de los problemas que afectan a Cité.
Los hombres compartieron sus experiencias e ideas con funcionarios locales de Estados Unidos y adquirieron nuevos conocimientos también. Notaron que los barrios en riesgo responden a la policía comunitaria, que consiste en que los oficiales salgan de sus coches y escritorios y estén presentes en la comunidad para ganarse la confianza de los ciudadanos. En Haití, esperan imitar los programas de capacitación laboral para los trabajadores más jóvenes, como YO!Baltimore (en inglés).